Un cometa es un cuerpo que se desplaza en el espacio orbitando alrededor del sol. Puede estar compuesto de diversos materiales, entre los que destacan el polvo, el hierro y el hielo. Lo que distingue especialmente a los cometas es el hecho de dejar una suerte de estela a medida que se mueve; en rigor, dicha estela suele oponerse al Sol y tiene unos cuantos millones de kilómetros; es por esta particularidad que el elemento recibe su nombre (cometa) de una expresión latina que refiere a la cabellera. Los cometas fueron avistados desde la antigüedad más remota y de esta circunstancia existen numerosas anécdotas que los vinculan a situaciones extraordinarias.
Los cometas son visibles en el cielo de una manera destacada debido a su estela característica. Esta situación hizo que sean fácilmente identificados como fenómenos especiales por los antiguos, quienes conocían con profundidad el comportamiento de los astros. Recordemos que los mismos necesitaban de este conocimiento para trazar rutas de navegación o de viaje. De esta manera, es entendible que los cometas les pareciesen fenómenos extraños, aparecían muy esporádicamente se distinguían fácilmente de los demás cuerpos celestes. Esta circunstancia hizo que en muchas ocasiones sean considerados señales que marcaban algún acontecimiento especial en la historia humana.
El fulgor de los cometas
La razón por la que los cometas despliegan una estela o cola es el hecho de que al acercase al sol muchos de sus materiales pasan a un estado gaseoso. Estos gases de desprenden del cometa y a la vez reflejan en parte la luz solar. El núcleo sólido del cometa también tiene esta capacidad de relejar la luz solar y es de esta manera que la forma típica de un cometa visto desde la Tierra es la de una bola seguida de un halo. Como hemos señalado, este halo puede extenderse por varios millones de kilómetros y esta situación le da su visibilidad.
Para finalizar, cabe señalarse que los cometas van perdiendo parte de su material cada vez que se acercan al Sol. De esta manera, su vida suele ser limitada, dejando rastros de sí en su camino como consecuencia de la radiación solar. Con el paso del tiempo y en función de las veces que haya pasado cerca del sol, el fulgor que emana de los mismos desaparecerá hasta hacerse casi imperceptible: aquello que da su esplendor al cometa no es sino su muerte lenta pero segura, su continua disolución por su cercanía al sol.