En las relaciones humanas sucede con frecuencia que alguien pretende imponerse sobre otra persona. Es la inclinación hacia el poder o el dominio de unos sobre otros. Este tipo de relaciones crea conflictos porque quien presiona a otro para obtener algo debe utilizar alguna posible consecuencia si no lo consigue. Este tipo de presión es la coerción.
Normalmente la coerción se realiza mediante una estrategia para doblegar la voluntad de quien es presionado; un posible castigo o sanción o cualquier otro elemento que pueda funcionar como una penalización en el caso de no conseguir el objetivo pretendido.
Puede parecer que la coerción está relacionada con la delincuencia, pero en realidad es un fenómeno que tiene dos caras muy diferenciadas: la coerción desde la legalidad y la que está al margen de la ley.
La idea principal de cualquier ley es limitar el comportamiento. La ley actúa como una frontera, lo que está dentro o fuera de ella. Si alguien la incumple, hay una sanción ante esta conducta y esta sanción funciona como una coerción. Por este motivo, se dice que la ley es coercitiva. Pongamos un ejemplo muy sencillo. Una ley de circulación indica que dentro de la ciudad no se debe superar los 60 Km/h, y si así fuera la multa correspondiente sería de 100 euros. El elemento coercitivo en este caso es la sanción económica de 100 euros, porque si no existiera la norma de tráfico se incumpliría sistemáticamente. Y esto es lo que sucede con las leyes en general. La ley necesita de la coerción para advertir o persuadir al posible infractor de las consecuencias de incumplir una norma. En este sentido, se considera legítimo el uso de la coerción, ya que supone un mecanismo necesario para regular una actividad.
La coerción puede estar fuera de la legislación y ser un elemento ilegal para conseguir algún propósito ilícito. Los delincuentes utilizan técnicas diversas para forzar la voluntad de sus víctimas. Algunas de ellas son muy conocidas: el secuestro, la amenaza o el chantaje son las más conocidas.
La palabra coerción se confunde con otra muy semejante, la coacción. La diferencia entre ambas es sutil. En la coerción hay una presión, se trata de una advertencia. En cambio, en la coacción ya se utiliza una fuerza explícita y evidente.