Si pensamos en un hogar situado en una zona urbana hemos de tener presente que hay una gran variedad de electrodomésticos que se utilizan para que la vida diaria sea más cómoda. Esos aparatos necesitan una fuente de energía para que funcionen y en muchos casos se obtiene de una central hidroeléctrica.
La energía eléctrica que empleamos, tanto en los hogares como industrialmente, procede del agua que se acumula en los embalses de las centrales y mediante unas turbinas se genera una cantidad de energía. Esta energía se conduce mediante un transformador y llega a su lugar de destino a través de unos cables. Este procedimiento significa que un tipo de energía ( la denominada mecánica producida por el agua que se obtiene normalmente de los ríos ) se convierte en otro tipo de energía, en este caso de tipo eléctrico.
Una de las ventajas más importantes de las centrales hidroeléctricas es que la materia prima originaria, el agua, es de fácil obtención. Por otra parte, es totalmente renovable, no es contaminante y, por lo tanto, no perjudica el medioambiente. Por este motivo, se dice que las centrales hidroeléctricas son una propuesta energética sostenible.
Desde un punto de vista técnico una central hidroeléctrica tiene algunos mecanismos que intervienen en la transformación de la energía: una toma de agua, una turbina y un generador.
Una de sus peculiaridades es el bajo coste en comparación con otras fuentes de energía. Por otra parte, permiten otras utilidades al margen de las estrictamente energéticas: el riego de cultivos o la prevención de inundaciones mediante las presas que se construyen en las centrales.
A pesar de las ventajas indicadas, hay algunos inconvenientes. Su construcción es costosa y su ubicación no suele estar cerca de los núcleos de población, por lo que es necesario crear infraestructuras que conecten las centrales con el destino final de la energía.
Tanto las instalaciones de estas centrales como su idea fundamental tienen su origen en la antigüedad, cuando el hombre empezó a construir molinos de agua para moler cereales. Estas construcciones perdieron parte de su utilidad a partir de la Revolución Industrial, en la que la maquinaría empleada tenía un potencial energético muy superior a los procedimientos tradicionales.
Según algunos historiadores de la ciencia, la tecnología hubiera avanzado más en el pasado si no hubiera existido la esclavitud, una mano de obra muy abundante que no incentivaba la creación de alternativas de tipo técnico.