En 1945, con el ascenso del líder popular Juan Domingo Perón, surgió tanto el movimiento peronista como el antiperonista. Este último sector se opuso fervientemente a las políticas de carácter social promulgadas por Perón y planeó su derrocamiento en varias ocasiones.
Para el año 1955, las tensiones entre ambos bandos se habían agudizado. De hecho, el 11 de junio, una multitud reunida en ocasión de celebrar el Corpus Christi, dañó símbolos peronistas y prendió fuego la bandera argentina. Este sería un antecedente de lo que ocurrió cinco días más tarde: en el mediodía del 16 de junio, treinta aviones de la Armada bombardearon y ametrallaron la Casa Rosada y sus inmediaciones. Perón, que había sido alertado de la conspiración, llegó a refugiarse en el Ministerio del Ejército. Aunque el líder no fue herido, los bombardeos provocaron la muerte a alrededor de 300 personas.
Si bien este hecho no logró su cometido en el corto plazo, lo cierto es que preparó el terreno para el golpe de Estado que finalmente derrocaría a Perón tres meses más tarde, el 16 de septiembre de 1955.
Contexto histórico
El 17 de octubre de 1945, una multitud se concentró en la Plaza de Mayo en reclamo por la liberación del Secretario de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón. Ese día, nació el peronismo, movimiento de apoyo que llevó al líder a ganar las elecciones presidenciales de febrero de 1946 con el 52% de los votos. Paralelamente, junto con el amplio apoyo al líder popular, también surgió el antiperonismo, un frente heterogéneo que se opuso a las políticas laborales y de seguridad social propulsadas por Perón primero desde la Secretaría y luego desde la Presidencia.
Para el año 1951, tanto civiles como militares del sector antiperonista llevaron a cabo su primer intento de golpe de Estado. Si bien fracasó, ello inició un estado constante de conspiración por el que se intentó asesinar a Perón en varias ocasiones. A pesar de la oposición, ese mismo año en las elecciones, el presidente volvió a ganar con un histórico 62,49% de los votos. En otras palabras, incluso cuando no contaba con el apoyo del antiperonismo, al cual se habían sumado ciertos sectores del Ejército y la Iglesia católica, el líder igualmente amplió su base electoral.
A pesar de los intentos anteriores, la idea de derrocar a Perón comenzó a hacerse palpable el 15 de abril de 1953 cuando un grupo comando antiperonista atacó a la Plaza de Mayo, en la que se encontraban concentrados los trabajadores convocados por la CGT, dejando un saldo de 6 muertos y casi 100 heridos. Fue luego de ese suceso que comenzó a planearse un bombardeo a la Casa Rosada. En principio, la idea comenzó a tomar peso en la Marina, pero no contó con apoyo del Ejército.
Dos años más tarde, el 11 de junio de 1955, un grupo de 250.000 personas se manifestaron en contra de Perón en ocasión de la procesión del Corpus Christi. El conflicto entre Perón y la Iglesia se había agudizado debido a que el líder buscaba promulgar la ley de divorcio y el reconocimiento legal de los hijos extramatrimoniales, a la vez que planteó la necesidad de separar a la Iglesia del Estado. Así, ese día, los opositores dañaron placas en conmemoración a Eva Perón, izaron la bandera papal en el mástil del Congreso y prendieron fuego una bandera argentina.
Resumen de los hechos que constituyen el episodio
El atentado contra Perón se planeó para el 16 de junio. La mañana de ese día, el presidente fue alertado de la conspiración e inmediatamente abandonó la Casa de Gobierno para refugiarse en el Ministerio del Ejército.
Tal como se había planificado, a las 12:40, treinta aviones de la Armada Argentina bombardearon y ametrallaron la Plaza de Mayo, hiriendo y asesinando a los civiles que se encontraban en las inmediaciones, incluidos niños y mujeres. Además, se atacó el edificio de la CGT (provocando la muerte al dirigente sindical Héctor Passano), el Departamento de Policía, el Ministerio de Obras Públicas y la Residencia Presidencial.
Paralelamente, las tropas leales organizaron la resistencia para custodiar la Casa Rosada. A ellas se sumaron grupos de civiles convocados por la CGT. Asimismo, mientras los bombardeos continuaban, también se conformó una resistencia del aire. Estas fuerzas unidas favorecieron el debilitamiento del ataque de los rebeles que finalmente se rindieron y huyeron hacia Uruguay. No obstante, a las 17:40, cuando ya había terminado el ataque y Perón estaba hablando por cadena nacional, un último avión atacó a la multitud reunida en la Plaza de Mayo antes de cruzar el Río de la Plata. El bombardeo dejó un saldo de 308 muertos y miles de heridos.
Como respuesta al ataque, la noche del 16 de junio, grupos de peronistas atacaron e incendiaron la sede de la Curia Metropolitana y varias iglesias. Ante esta situación, Perón llamó a la calma y, a pesar de decretar el estado de sitio, se alineó con una perspectiva de conciliación hacia los opositores. No obstante, ello no afectaría a la postura de los antiperonistas que tres meses más tarde, el 16 de septiembre, derrocaron a Perón en el golpe de Estado autodenominado Revolución Libertadora.