El autodominio remite a la capacidad que un individuo tiene para controlar las emociones que lo asaltan. Guarda estrecha relación con un concepto muy en boga en los últimos años que remite a la capacidad de obrar de forma inteligente desde el punto de vista emocional. Implica tener una actitud constructiva en relación con las pasiones, dándole rienda suelta a las mismas de una manera que agregue valor tanto a los demás como a uno mismo. En este sentido debe entendérselo como diferente de la represión, actitud que puede ser negativa para la salud mental de una persona y que implica una negación de las emociones.
El hombre es atravesado constantemente por pasiones de diversa índole. Las mismas distan de ser malas, pero tampoco son necesariamente buenas. Es el ordenamiento conforme a la razón de las mismas lo que constituye un principio de moralidad. Recordemos que en este sentido, para que exista dicho ordenamiento, debe existir un reconocimiento de dichas emociones y pasiones; una actitud inteligente al respecto implica que se asuman como tales y que se tomen decisiones que lleven a una satisfacción positiva de las mismas. Por el contrario, cuando las mismas son reprimidas se produce un proceso de negación de éstas, circunstancia que imposibilita tomar medidas positivas al respecto. Solo lo que se conoce y asume puede ser utilizado a favor propio y de terceros.
Son muchas las ocasiones en las que se presentan disyuntivas entre lo que pensamos y lo que sentimos. Muchas veces debemos elegir a ciegas o con pocos elementos de conocimiento que den un panorama claro. No obstante, dominar las pasiones es saber que una persona tiene en su interior un valor que las trasciende. Como consecuencia de dicha circunstancia es que se comportará para que se logre una síntesis entre ambas instancias; en efecto, el autodominio implica una armonía entre todas las expresiones de nuestro ser.