La iracundia es la tendencia al enfado intenso. Este comportamiento es considerado como un defecto, como una actitud desproporcionada. La iracundia se manifiesta con una reacción física enérgica, que puede desembocar en la violencia. Quien actúa de esta manera, está impulsado por un sentimiento, la ira. Según la tradición cristiana es uno de los siete pecados capitales, junto con la soberbia, la avaricia, la gula, la lujuria, la envidia y la pereza. Cada uno de ellos es considerado como un vicio, una inclinación del ser humano que debe intentarse evitar. A cada vicio le corresponde una virtud opuesta. Lo contrario de la ira sería la paciencia y el sosiego. Hay que tener en cuenta, que la ira expresa impaciencia y, por lo tanto, se opone a una actitud serena.
Los especialistas en el comportamiento humano explican la iracundia como un mecanismo de ataque o de defensa que no se controla adecuadamente, por lo que se produce una especie de estallido. Se considera que el estrés tiene una relación directa con las respuestas agresivas asociadas a esta conducta.
Además de la reacción física extremada (con gritos y movimientos intensos y un aumento de las pulsaciones), la iracundia es un síntoma de algún problema más profundo e incluso de una posible enfermedad mental si es algo que se presenta con normalidad.
Cuando se manifiesta de una forma aislada se habla de un «ataque de ira» y en términos legales se denomina enajenación mental transitoria. En cualquier caso, esta reacción genera un rechazo generalizado, pues es un ejemplo de mala educación o de una tendencia asocial.
La iracundia suele ir acompañada de una serie de sentimientos y todos ellos indeseables: rencor, venganza, desprecio o antipatía. Sin embargo, en algunas circunstancias excepcionales puede haber un motivo que justifique la reacción irascible (por ejemplo, como una respuesta ante una situación de peligro). Y tampoco hay que olvidar que en la Biblia se hace alusión al enojo de Dios cuando los hombres se desvían del camino correcto y temen el poder de su reacción, también conocido como «la ira de Dios».
Para afrontar o corregir esta tendencia, existen tratamientos o terapias psicológicas. Todas ellas proponen estrategias para controlar la iracundia, de tal manera que el individuo que siente este impulso sepa actuar cuando aparecen las primeras señales de alarma. Los mecanismos de autodominio resultan imprescindibles, ya que la ira tiene un claro componente violento y en algunas ocasiones con consecuencias trágicas.
En el lenguaje corriente es frecuente decir que la persona con iracundia «tiene malas pulgas» o que «tiene un mal pronto».