- Zeus tiene un fuerte dolor de cabeza
- No cree en el amor, tampoco en el matrimonio
- Competición entre dioses
- Confidente de algunos héroes
- Más competiciones
El nacimiento de Atenea resultó algo atípico y extraordinario.
Fue engendrada por una sola divinidad: Zeus, el rey de los dioses.
Éste llevaba una temporada sufriendo terribles jaquecas, y un día, el dolor era tan insoportable que pidió a su hijo Hermes que le abriera la cabeza para inspeccionarla y ver cuál era el problema en el interior, qué provocaba ese tremendo malestar.
Cuál sería la sorpresa de ambos dioses, que nada más abrir la cabeza divina de Zeus, salió de ella Atenea, una diosa de apariencia ya adulta y armada (yelmo y escudo incluidos).
Hay otras versiones del mito que aseguran que Atenea también tenía madre, probablemente Metis, una oceánide, y la primera mujer que tuvo Zeus.
Sin embargo, la mayoría de fuentes coinciden en que fue Zeus y únicamente Zeus el que tuvo a Atenea, convirtiéndose así en su único progenitor.
También cuentan que Hera, la entonces actual esposa del rey de los dioses, se enfadó muchísimo cuando nació Atenea. Estaba furiosa, le corroía la envidia.
Por eso su reacción fue tener un hijo también sola, por sí misma. Y así nació Hefesto. Aunque cuando Hera vio lo feo que era el pobre, le dio una patada y lo lanzó al vacío desde el Olimpo…pero esa es otra historia.
Como las diosas Artemisa o Hestia, Atenea tampoco estaba interesada en tener ningún tipo de relación sentimental. Rechazó a pretendientes, nunca tuvo amantes, y ni mucho menos estaba interesada en contraer matrimonio, por mucho que fuera de manera divina.
Precisamente Hefesto fue uno de los dioses que se enamoraron de la bella y valiente diosa. Viendo que no conseguiría yacer con ella, trató de violarla y no lo consiguió. El semen fruto de la excitación de Hefesto cayó al suelo y de él nació Erictonio. Aunque Atenea no era la madre, sintió lástima por él y decidió criarlo, se convirtió en su madre adoptiva.
A pesar de este incidente, Atenea permaneció virgen, centrada en sus responsabilidades o intereses, que no eran pocos.
Atenea y Poseidón querían ser las deidades protectoras de una emergente ciudad griega que aún no tenía nombre, pero ambos presagiaban que se convertiría en una localización poderosa e importante.
El problema era que sólo uno de ellos podría ser el protector de dicha ciudad, por lo que decidieron competir.
Poseidón, como el gran dios de los océanos, aprovechó su poder y con un golpe de tridente contra una roca del suelo, hizo que brotara agua de ese punto, en un momento el dios había fabricado una fuente de agua salada, que no era adecuada para que los habitantes pudieran beberla.
Atenea, en cambio, plantó o hizo crecer un olivo, árbol que con su fruto, las olivas, los ciudadanos griegos podrían producir aceite, el valioso elixir dorado, ideal para todo tipo de comidas.
Muy a pesar de Poseidón, Atenea fue la ganadora de la competición, convirtiéndose en la guardiana de una ciudad que ya tenía nombre, derivado de su deidad principal: Atenas.
Atenea tenía también a sus héroes favoritos, que ayudaba constantemente.
Sin la diosa, la mayoría de ellos probablemente habrían muerto en sus aventuras, o no habrían logrado su objetivo.
Uno de estos héroes predilectos para Atenea era Ulises u Odisea, al que aconsejó y ayudó durante su viaje de vuelta a casa, en el que vivió toda clase de penurias. La intervención de la diosa fue vital para recuperar la paz y su trono en Ítaca.
Fue la guía de Perseo para localizar a Medusa y matarla, pues Poseidón la violó en su templo y Atenea la tomó con ella, por eso deseaba su muerte.
También Atenea ayudó a Hércules o Heracles en uno de sus doce duros trabajos, le enseñó cómo lograría matar a la hidra de Lerna, un terrible monstruo acuático.
Atenea compitió también contra una mortal en esta ocasión, llamada Aracne. Este mito nunca fue representado en el arte griego porque es posterior, una invención de los romanos (concretamente de Las metamorfosis de Ovidio), por ello deberíamos referirnos a la diosa como Minerva a partir de ahora.
Aracne era una joven hilandera, que desde muy pequeña había aprendido la tarea de bordar, y era famosa por su gran talento y habilidad para el bordado.
La gente quedaba maravillada por sus trabajos, y de tantos cumplidos y alabanzas, el ego de Aracne crecía, se le subió a la cabeza, y cometió el error o la estupidez de afirmar que su capacidad bordando era superior a la de la mismísima diosa Minerva.
Jamás se puede afirmar que eres mejor en algo que un dios, y cuando Minerva oyó a la joven desde el Olimpo, se enfadó muchísimo y apareció ante ella disfrazada como una anciana, que advirtió a Aracne que no estaba bien creerse mejor que un dios, era una osadía por su parte. Pero Aracne la ignoró, incluso se burló de ella, así que Minerva se quitó el disfraz y declaró una competición entre ambas, a ver cuál de ellas tejía un tapiz más hermoso.
Cuando acabaron, el resultado estaba claro, aunque el de Minerva era precioso, nada igualaba al de Aracne, que hacía honor a todos los cumplidos que hacían de la muchacha.
La diosa, viendo que claramente había perdido, se enfadó aún más, destruyó el tapiz de su contrincante y convirtió a Aracne en una araña.