La alegría es un sentimiento de plenitud y satisfacción interior, siendo el sentimiento opuesto el de tristeza. Como idea general, la alegría obedece a un mecanismo de estímulo-respuesta. De esta manera, una causa determina nuestra respuesta satisfactoria, la cual se expresa en un estado de ánimo jubiloso (por ejemplo, nos hacen un regalo y nos ponemos contentos o recibimos una buena noticia y sentimos una cierta satisfacción). Sin embargo, el concepto de alegría tiene enfoques diferentes: como un mecanismo bioquímico del organismo y como una actitud ante la vida.
La bioquímica y la alegría
La sensación de placer y bienestar no surge de manera misteriosa, sino que obedece a mecanismos bioquímicos. De hecho, se sabe que las endorfinas son fabricadas por nuestro organismo de manera natural, pero este proceso no es espontáneo, ya que ciertas actividades son las que ayudan a fabricar las «sustancias» de la felicidad: el ejercicio físico, algunos alimentos, la actividad sexual, recordar cosas agradables o escuchar música. Esto implica que el ser humano tiene el impulso de realizar aquello que le satisface y, paralelamente, evita lo que le desagrada, ocurriendo esto porque nuestro cerebro está programado para ello. En consecuencia, la felicidad se explica por los procesos químicos del cerebro humano. Por este motivo, se habla de la química del amor.
La alegría como actitud
Según algunas investigaciones sobre los mecanismos cerebrales y la alegría, nuestra voluntad puede intervenir en el sentimiento de felicidad. Dicho con otras palabras, somos química pero algo más que química. En este sentido, hay estrategias que incentivan los mecanismos de la felicidad: sonreír, abrazar o acariciar. Algunos psicólogos y estudiosos de la conducta humana afirman que con una actitud positiva y una serie de pautas favorecemos la sensación de alegría interior.
Algunas doctrinas religiosas sostienen que la creencia en Dios y una vida basada en la fe permiten que el hombre tenga un estado de alegría. En la religión cristiana, la figura de Dios es valorada como el auténtico estímulo para la felicidad verdadera. La religión budista sostiene que hemos de buscar la felicidad en nosotros y que no la vamos a encontrar en lo material (disfrutar o sufrir es para el budismo una cuestión mental). Según el hinduismo, alcanzamos la alegría plena cuando somos capaces de averiguar nuestro dharma, es decir, el auténtico propósito de nuestra existencia.
Por último, cabe recordar que la idea de alegría es eminentemente personal (un modo de vida puede ser alegre para unos y desagradable para otros). No obstante, la mayoría de personas coinciden en afirmar que todos buscamos lo mismo, vivir en una situación de alegría permanente, es decir, anhelamos la felicidad.