Cuando recibimos algo de los demás estamos satisfechos y con una sensación interna agradable. Como consecuencia de ello, estamos agradecidos, pues valoramos positivamente el beneficio obtenido.
El agradecimiento personal tiene varios niveles. Por un lado, se trata de una cuestión superficial cuando se refiere a una acción cotidiana (un pequeño favor de un amigo o un buen servicio en un establecimiento). En un nivel más profundo, el agradecimiento es la respuesta a otro tipo de acciones (un regalo generoso y desinteresado o el sacrificio de alguien con la intención de ayudarnos en una situación difícil). En cualquier caso, cuando nos sentimos agradecidos se produce una manifestación externa de la conducta (por ejemplo, a través de la gestualidad o de unas palabras).
En la comunicación cotidiana
En el día a día expresamos nuestro agradecimiento empleando de expresiones comunes (muchas gracias, es usted muy amable, se lo agradezco, no tenía por qué hacerlo, etc). Estas expresiones son fórmulas de cortesía que sirven como mecanismo de socialización. De alguna manera, estamos «obligados» a utilizarlas, pues de lo contrario seríamos considerados personas poco educadas.
Algunos refranes populares hacen referencia a la idea de agradecimiento (es de bien nacidos ser agradecidos, al desagradecido, desprecio y olvido o favor hecho a muchos, no lo agradece ninguno).
Una reflexión sobre el sentimiento de agradecimiento
Una persona optimista valora positivamente las cosas buenas que le suceden y por ello suele decir que se siente agradecido a la vida. Quien no valora lo bueno que le ocurre en la vida es, en consecuencia, un desagradecido. Se podría afirmar que el desagradecido no sabe interpretar correctamente su situación personal. Así, si alguien es el heredero de una gran fortuna y puede hacer lo que le apetezca en todo momento, sería poco razonable que no tuviera un sentimiento de gratitud.
Un sentimiento religioso
Las personas con creencias religiosas suelen expresar a dios su agradecimiento, ya que consideran que todo lo que tienen se lo ha dado dios. Desde este punto de vista, el creyente se siente interiormente obligado con el ser superior y con unas palabras le comunica su sentimiento (por ejemplo, «gracias señor por los alimentos que vamos a tomar»). En el contexto de algunas celebraciones religiosas se pronuncian frases parecidas (por ejemplo, demos gracias al señor, es justo y necesario). Estos y otros rituales sirven para consolidar la fe de los creyentes. De hecho, la ingratitud hacia dios es un claro síntoma de una fe debilitada.