Si bien el concepto de acción colectiva hace referencia a aquellas actividades que requieren la participación en conjunto de los individuos, cuando se lo aborda desde la perspectiva de las ciencias económicas o políticas, comprende descifrar y responder a cómo es que los diferentes individuos, dada su condición de seres racionales, pueden llegar a cooperar entre sí a fin de conseguir un objetivo común.
En concordancia con el estudio del interés de la participación de las personas racionales, se retoma una herramienta matemática denominada teoría de juegos, contribuyendo en el análisis e incluso la predicción, de cómo es que será la conducta humana cuando ocurre la toma de decisiones en colectivo o cuando las decisiones individuales dependen del comportamiento de otros. Entre los modelos destaca el titulado Dilema del Prisionero.
Principios y variables del Dilema del Prisionero
Se puede entender el dilema del prisionero desde el planteamiento de que existen dos individuos que han sido arrestados por ser sospechosos de un crimen: al ser detenidos, son separados e interrogados aparte; no pueden comunicarse entre sí y la policía ofrece a cada uno los mismos arreglos: 1) de confesar uno en contra de su compañero, el señalado como culpable será condenado por un año, 2) si ambos confiesan la falta, cada uno será arrestado por 7 meses, y 3) en caso de que ninguno de los dos confiese, se sentenciara a ambos por un delito de menos grave y cada uno estará preso por solo un mes.
Dependiendo de las distintas versiones que encontremos del planteamiento, la duración de la sentencia es variable, sin embargo, el punto de este teorema es que el beneficio social, es decir, el del conjunto por encima de las partes, no es la suma de los beneficios individuales ni se logra bajo un actuar netamente racionalista. En el planteamiento expuesto, el mayor beneficio social se consigue si ninguno de los prisioneros confiesa: una sentencia de solo dos meses dividida equitativamente entre los participantes.
Por el contrario, al mayor beneficio individual resulta de que solo uno declare en contra del otro, pues en ese caso, el imputado pagará todo el costo social, esto es, un año de sentencia, mismo que es mucho mayor al que se incurriría si ninguno confesara. Por último, el peor escenario en términos de costo social, es que ninguno de los dos coopere, pues entre ambos estarían pagando una sentencia de 14 meses de prisión. Así, lo que expone el dilema del prisionero, es que la mejor solución individual no es la misma que la mejor solución social.
Marcur Olson y los factores que favorecen a la acción colectiva
El análisis de la acción colectiva parte de algunos de los principios de la elección racional que supone que los individuos son autointeresados, egoístas y que intentan maximizar sus decisiones con base en una evaluación costo-beneficio. Bajo estos supuestos, la acción colectiva no sería viable considerando que cada uno de los participantes en la colectividad intentaría obtener el mayor beneficio con el menor esfuerzo, aun así, la participación conjunta existe.
Uno de los primeros teóricos en abordar el problema de la acción colectiva fue Marcur Olson, en cuyos estudios vemos que el participar en el conjunto no es excluyente del hecho de que los individuos sigan siendo racionales. En su libro La lógica de la acción colectiva, Olson sugiere algunos elementos que deben estar presentes para que la acción colectiva se lleve a cabo y superar el inconveniente de la racionalidad individual y con ello el problema polizón (free rider), es decir, cuando se trata de la colaboración grupal, cada uno de los individuos tiene incentivos para beneficiarse del esfuerzo colectivo sin haber apoyado la causa o el objetivo que se esté buscando por el grupo.
Para Olson, hay cuatro factores o elementos que disminuyen las posibilidades de que existan polizones: 1) que el tamaño del grupo sea pequeño, pues entre más pequeño, resulta más fácil controlar las acciones individuales; 2) es indispensable que haya un estatuto de castigos, es decir, es necesario que se penalice al individuo que no coopere con el grupo; 3) complementario al punto anterior, también es preciso que exista una estructura de recompensas que incentiven la participación en el grupo a favor de la colectividad, y 4) es fundamental que los participantes perciban que existen menos costos de participar con el colectivo a los costos que habría de no hacerlo o de actuar por cuenta propia.
Posteriormente, surgieron estudios orientados a complementar los postulados de Olson. En este sentido, destacan las ideas aportadas por Mailath y Samuelson, quienes en su texto Juegos repetidos y reputaciones: relaciones de largo plazo, plantean que la perspectiva de posibles encuentros a futuro también incide en que existan incentivos para la cooperación: si los actores saben o suponen encuentros constantes, tendrán la tendencia a cooperar, pues esta perspectiva puede conducir a favorecer al contrincante esperando que este haga lo propio en los encuentros por venir.
Tanto el estudio de la acción colectiva como la teoría de juegos plantean una modelización de la conducta humana considerando que las personas tienden a comportarse de manera racional, sin embargo, aun tratándose de representaciones, estas técnicas han sido plenamente usada para estudios sociales, políticos y económicos.