Cuando pensamos en la idea de abuso nos vienen a la mente situaciones teñidas de violencia, opresión o intolerancia. Los castigos físicos, la explotación laboral o la violencia doméstica son ejemplos de abusos tradicionales. Sin embargo, las palabras son igualmente un arma muy potente para ejercer alguna forma de maltrato sobre los demás
El maltrato verbal como forma de abuso y de violencia
Con una simple palabra, por ejemplo un insulto o una descalificación personal, podemos humillar a alguien. Este tipo de agresiones son aparentemente menores o de escasa importancia. A pesar de ello, desde un punto de vista psicológico su efecto puede ser devastador.
El maltrato verbal presenta muchas variantes posibles: el insulto directo, el tono despreciativo, el reproche sistemático, la imposición de una norma aprovechando una situación de superioridad o la ridiculización a través de comentarios despreciativos.
Una agresión verbal puede ir acompañada de una sonrisa o de una actitud aparentemente amable, pues no siempre está relacionada con un lenguaje violento. Con el lenguaje podemos herir, humillar, despreciar o descalificar a alguien. Todas estas opciones expresan un abuso o maltrato verbal por parte de quien las realiza. La violencia verbal presenta dos estrategias generales, una directa y explícita y otra sutil.
Una forma de violencia invisible muy extendida en las relaciones de pareja
Una agresión física deja normalmente señales en el cuerpo del agredido y a partir de ellas es posible tomar medidas legales contra el agresor. En cambio, las palabras no dejan huellas visibles. Esta realidad produce un malestar profundo sobre las víctimas.
En las situaciones de violencia doméstica es muy habitual que las acciones agresivas vayan acompañadas de abusos verbales. El maltratador es normalmente un hombre con una mentalidad machista que recurre al lenguaje para humillar a su víctima.
El rol machista de algunos hombres se convierte en una estrategia para despreciar a la mujer a través de palabras humillantes
Frases como «yo traigo el dinero a casa», «aquí mando yo» o «vete a la cocina» son ejemplos clásicos de mensajes cargados de violencia y desprecio.
Si este tipo de agresiones verbales se repiten de manera continuada, es muy probable que la víctima las considere normales e incluso acabe disculpando a su agresor. El agresor o agresora verbal en ocasiones recurre a una estrategia pasiva y aparentemente inocente.
En síntesis, el maltrato verbal es una forma de violencia basada en el maltrato emocional. Se trata de una violencia de tipo psicológico y que en ocasiones conduce a la violencia física.