La abdicación es el proceso mediante el cual se abandona un determinado derecho mientras se tiene el mismo. El concepto se usa generalmente remitiendo a reinados, en los que el monarca cede su potestad en favor de alguno de sus herederos. Así, la utilización más difundida es aquella que hace alusión a la cesión de soberanía, renunciando explícitamente a la misma. En la actualidad, debido al número acotado de monarquías, la abdicación es un término en desuso, pero cabe señalar que su aplicación se mantiene vigente en muchos casos. En un pasado remoto, abdicar era un término empleado para referir desheredar a un miembro de la familia, significado que fue paulatinamente perdiéndose con el transcurso de los años.
Generalmente, cuando un evento de estas características se lleva a cabo, el monarca en cuestión aduce razones de fuerza mayor para verse inclinado a tal decisión. Esto significa que en general se suele poner motivos por los que una cesión de la autoridad implica un beneficio para los gobernados, o al menos la eliminación de un perjuicio. Por ejemplo, puede aducirse la falta de salud por avanzada edad para llevar a cabo las obligaciones que tal cargo tiene aparejadas. La abdicación es considerada como un hecho de gran trascendencia y difícilmente podría aludirse una mera cuestión de comodidad.
La abdicación como término también puede ser aplicada al papado, aunque de modo informal (en este caso, el término “renuncia” es el más apropiado). En efecto, en estos casos es el sumo pontífice quien se ve voluntariamente despojado de la tarea de dirigir los destinos de la Iglesia. En este contexto también se hace una evaluación de la circunstancia por las cuales se deja de lado la labor, generalmente aduciendo algún tipo de incapacidad o problema para llevarla a cabo satisfactoriamente. No obstante, cabe señalarse que los casos en la historia en las que un Papa abdica son contados con los dedos de la mano.
La abdicación debe entenderse como el cierre de un ciclo en el ejercicio del poder. Dada la relevancia que el mismo tiene, son muchas las circunstancias en la que está absolutamente justificada. En efecto, si bien es cierto que el monarca puede estar en pleno uso de sus facultades hasta el último día de sus vida, también lo es que pueden existir otros integrantes de la familia real más capacitados para dicho fin por diversas circunstancias, ya sea de índole intrínseca como extrínseca.