- Nacimiento: el hermano menor. Ocultado por su madre. Engaño a Crono.
- Crono derrotado. Una nueva era, El rey del Olimpo.
- Esposa. Infidelidades. Raptos. Venganzas.
- Una hija propia.
Zeus fue el último hijo que tuvieron los titanes Crono y Rea.
El padre, temeroso de que cualquiera de ellos le arrebatara el trono, y, por consiguiente, el poder, los devoraba uno a uno nada más nacer (mejor dicho, se los tragaba, sin masticarlos siquiera).
Rea estaba cansada del fatídico destino de cada uno de sus retoños, por eso hizo lo posible para que con Zeus no ocurriera lo mismo.
Cuando estaba a punto de dar a luz, se marchó de su hogar, hasta llegar a Licto, un pueblo de la lejana isla de Creta, en Grecia. Allí, su marido no podría alcanzarlo.
Zeus nació y la titánide se dispuso a regresar a casa, pero sabía que si volvía con el bebé, no podría salvarlo. Con todo el dolor de su corazón, dejó el niño a Gea, su abuela y la madre Tierra. Crono ya la esperaba con los brazos abiertos, para que le entregara a su hijo. Ella le ofreció una piedra de forma y peso aproximado al de un bebé, y que además había envuelto con pañales. Crono se la tragó, sin darse cuenta del engaño.
Durante su infancia, Zeus permaneció en la isla de Creta, y fue criado y alimentado por la noble Amaltea, una cabra. Sin embargo, Crono controlaba todo y podría descubrir que su hijo estaba en realidad fuera de su estómago.
Para evitar que esto sucediera, tuvieron un importante papel los Curetes, nueve divinidades menores que permanecieron cerca del dios, custodiándolo. Golpeaban sus espadas contra sus escudos, y a veces también tocaban potentes instrumentos. Así, mediante tanto estruendo silenciaron los fuertes llantos del pequeño Zeus, y a Crono le pasó desapercibido, pues sólo oía a los irritantes Curetes.
El dios crecía sano y fuerte, y un día, mientras Amaltea lo alimentaba, Zeus le sujetó uno de sus cuernos con demasiada fuerza y se lo arrancó, provocando un terrible dolor a la pobre cabra. Más tarde, acordándose de lo bien que lo trató siempre Amaltea y cómo sobrevivió gracias a ella, concedió al cuerno roto el don de la abundancia, que siempre hubiera alimento en su interior (en honor a los cuidados de aquel querido animal), y así fue como surgió lo que hoy llamamos cornucopia, ese gran cuerno que está siempre a rebosar de frutas, símbolo de prosperidad y riqueza.
Cuando Zeus se hizo más mayor fue cobrando conciencia de cuál era su propósito: debía salvar a sus hermanos y así acabar con la tiranía de su loco padre, esa era su misión. Comenzó a obsesionarse con esta idea y se preparó para la guerra.
Una vez se convirtió en un joven lo bastante fuerte, viajó hasta el hogar en el que nunca pudo vivir y obligó a Crono (en algunas versiones mediante un elixir mágico, en otras le abre el estómago) a regurgitar a sus otros hijos, los hermanos mayores de Zeus: Hades, Deméter, Poseidón, Hera y Hestia.
Entre los seis y con la ayuda de los hermanos del titán (los cíclopes y los Hecatónquiros), Crono fue derrotado, y su poder usurpado. Ahora, se requería a un nuevo gobernante.
Los tres hermanos varones se echaron a suertes los dominios de los que se encargaría cada uno de ellos y a Zeus le tocó los cielos, gobernaría a todos y vería todo lo que ocurría en la Tierra desde el elevado Monte Olimpo.
El dios se casó con su bella hermana Hera, y juntos tuvieron tres hijos, el más conocido fue Ares (el dios de la Guerra). El matrimonio era feliz, pero eso no era suficiente para Zeus, que era una divinidad caprichosa y enamoradiza. Incapaz de controlar sus instintos, tuvo infinidad de relaciones fuera del matrimonio, algunas consentidas y otras forzadas. Entre los encuentros más destacados figuran:
– Con Mnemósine (titánide y personificación de la memoria) engendró a las famosas nueve Musas, aquellas que aparecen ante los poetas o artistas, y los inspiran para crear sus obras.
– Con su hermana Deméter tuvo a Perséfone.
– Con Leto tuvo a los gemelos Apolo y Artemisa.
– Otra fue Maya, la madre de Hermes, el mensajero de los dioses.
– O la mortal Sémele, mediante la unión de ambos nació Dioniso.
Cuando mujeres (u hombres, Zeus yacía con seres de ambos sexos), no sentían la intensa pasión del dios y su amor pasajero no era correspondido, el rey del cielo recurría a estrategias verdaderamente rebuscadas, adaptando normalmente forma de animal o incluso materia incorpórea para conseguir su objetivo.
Tomaba cuanto deseaba a la fuerza, mediante violaciones y raptos.
Por ejemplo con la mortal Dánae, que vivía encerrada en una torre. Para poder unirse a ella, Zeus se transformó en una fina lluvia de oro y entró por la ventana, cayendo sobre la joven. O el rapto de Europa, cuando Zeus se convirtió en toro.
Otro rapto fue el del joven Ganímedes, el dios se transformó en una gigantesca águila imperial, y se llevó al muchacho consigo en volandas, sujetándolo con sus garras de hierro.
La diosa Hera descubría las andanzas de su adúltero marido la mayor parte de las veces, y enfurecía y trataba de vengarse. Era un círculo vicioso, se repetía siempre este mismo patrón.
En algunas ocasiones, Zeus notó que estaba a punto de ser pillado in fraganti, por lo que trataba de disimularlo en el último momento, sin importarle dañar de algún modo a su amante del momento. Sucedió, por ejemplo, cuando se encaprichó de la joven Ío, por la que se convirtió en nube para mantener relaciones con ella.
Hera tenía la mosca detrás de la oreja, no entendía por qué había una nube grisácea solitaria en medio de un día tan soleado como aquél. Y Zeus, temiendo lo peor, recuperó su forma original y convirtió a la pobre Ío en una ternera.
¿Cómo escoger un hijo favorito de entre tantos como tenía? Y sin embargo, se dice que Zeus tenía predilección por la diosa Atenea, que era exclusivamente hija suya, ya que nació de su cabeza, ya con forma adulta y armada.
En definitiva, la fama de Zeus se debe especialmente a todas sus historias amorosas. A pesar de ello, debemos reconocer que este dios gobernó mucho mejor el mundo que sus locos antepasados (Urano y Crono), y aunque a veces podía perder los estribos y comportarse de manera injusta, trajo prosperidad con su reinado.