Se denomina valoración a la importancia que se le concede a una cosa o persona. El término puede utilizarse en infinidad de ámbitos, pero remite en la consideración que tiene un elemento con respecto a una mirada subjetiva. Por lo general, las valoraciones no dependen únicamente de una sola persona, sino que son procesos sociales que son difíciles de manipular. No obstante lo antedicho, cada individuo puede tener algún grado de valoración propia en función de sus circunstancias personales.
La valoración es un elemento importante en una sociedad y se manifiesta especialmente en la asignación de precios en un mercado abierto. Así, según la demanda de un determinado bien, este tenderá a valorarse de una determinada manera, siendo más alto su valor si la demanda es alta; por el contrario, una oferta alta bajará el precio de una cosa determinada. Así, según una economía de mercado, las cosas se valoran según un juego libre entre la oferta y la demanda, con mayor demanda y menor oferta a menor precio y menor demanda y mayor oferta a mayor precio; esta relación es fácilmente identificable con dos curvas en dos ejes cartesianos. En algunos casos y bajo cierta franja de precios, no obstante, existen algunas excepciones a estas relaciones. Así, por ejemplo, cuando se hace referencia a un bien de Veblen, se remite a un determinado bien que se torna más demandado cuando su precio aumenta, circunstancia que se debe fundamentalmente al hecho de considerarse un bien de lujo y que asigna un determinado aire de excepcionalidad a quien lo posee.
Desde el punto de vista de la ética, la valoración se refiere a un determinado juicio que cada acto tiene a los ojos de un individuo o de la sociedad. En este sentido, desde los comienzos de las disertaciones filosóficas se ha desarrollado un enorme debate para establecer si existen valores de índole absoluta, que carezcan de condicionamiento social. Desde el punto de vista jurídico, este tipo de debate puede evidenciarse en dos modos de considerar a las leyes, unas como un mero hecho positivo y otra como una emanación de una ley natural inscrita en el hombre. El debate distó de ser meramente teórico cuando el siglo XX fue testigo de hechos aberrantes en donde estados enteros destinaron a millones de seres humanos a la muerte, circunstancia difícilmente excusable por un mero sistema jurídico. Es por ello que se considera que existen derechos que el hombre tiene indiferentemente de su inscripción en una sociedad determinada.