Una teocracia es un ordenamiento político que se caracteriza por el hecho de que la autoridad y el poder son ejercidos por un líder religioso. Las teocracias pueden encontrarse a lo largo de la historia en distintas regiones del mundo; en el pasado fueron muy abundantes, pero en la actualidad todavía pueden verse algunos ejemplos. Quizá la más conocida sea el Vaticano, pero también puede nombrarse a Irán o Arabia Saudita como ejemplos relevantes. El hecho característico para comprender la idiosincrasia de una teocracia es el hecho de que las normas que rigen a la sociedad tiene una estrecha ligazón con las creencias religiosas.
A pesar de que existe una obvia supeditación a lo religioso en todas las teocracias, lo cierto es que entre ellas existen grandes diferencias si consideramos a las que existieron desde comienzos de la humanidad. En efecto, en algunos casos el líder religioso se concebía como una especie de mediador entre lo humano y lo divino, pero en otros, sobre todo en muchas experiencias de la antigüedad, el líder religioso era concebido como una deidad en sí mismo. Esta circunstancia suponía que al mismo se le rindiese una suerte de culto en el aspecto político, hecho que redundó muchas veces en grandes complicaciones sociales. En la actualidad, no obstante, esta variante de teocracia está totalmente suprimida.
Con el paso del tiempo se ha visto una eliminación paulatina de manifestaciones de esta índole. Las pocas existentes en general tienen una caracterización harto atemperada con respecto a las variantes del pasado, circunstancia que puede explicarse por el efecto que la globalización tiene en la vida cotidiana de las personas. En efecto, la necesidad de interactuar con múltiples culturas hace necesario que existan ciertos márgenes de tolerancia y consideración a valoraciones que se encuentran en las antípodas de las propias. Este tipo de tendencia sin lugar a dudas se mantendrá en el futuro.
Hoy en día, la visión más extendida de la forma óptima en que un gobierno debe desarrollarse con respecto a las creencias religiosas es la de la aceptación de las mismas en el plano del respeto y del dialogo. En efecto, la organización política prevaleciente es aquella que reconoce y respeta estas corrientes pero mantiene en buena medida un alto porcentaje de autonomía. No obstante, muchas veces se escuchan voces que pretenden una actuación del estado que proscriba a las manifestaciones religiosas en algunos espacios públicos, circunstancia que evidentemente lesiona derechos de muchos ciudadanos.