El soneto es una estructura o composición poética de origen italiano formada por catorce versos endecasílabos (de once sílabas). Los versos se organizan en cuatro estrofas: las primeras dos constan de cuatro versos, conocidos como cuartetos; las últimas dos reciben el nombre de tercetos por estar constituidos por tres versos. Por lo general, el soneto posee una rima consonante; en el caso de los cuartetos, el primer verso rima con el cuarto y el segundo con el tercero (ABBA).
Un aspecto fundamental en un soneto es la distribución de los acentos: es común que exista mayor intensidad sonora en la segunda, quinta, sexta o séptima sílaba (con algunas variaciones); no obstante, la musicalidad propia del endecasílabo obliga a que la décima sílaba sea siempre fuerte para terminar con suavidad en la última.
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.
En este soneto de Francisco de Quevedo titulado “Definiendo el amor”, se pueden apreciar los rasgos formales (de estructura) que caracterizan al soneto:
• Está conformado por cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos.
• Cada uno de sus versos es endecasílabo y posee una intensidad sonora (acentos) que se distribuye a lo largo de la segunda, tercera, sexta, séptima y octava sílaba.
• No obstante, fiel a la naturaleza métrica del endecasílabo, en cada verso, la décima sílaba también es fuerte.
• Posee rima consonante y se ajusta al esquema clásico (ABBA): el primer verso de cada cuarteto rima con el cuarto y el segundo con el tercero; en el caso de los tercetos, se sigue la misma lógica, el primero rima con el tercero.
Un aspecto muy interesante de este soneto, a nivel de contenido, es el uso del oxímoron. El oxímoron es una figura literaria donde se oponen dos sentidos. Esto lo podemos apreciar en cada uno de los versos donde existe un contraste semántico entre cada una de las ideas que se utilizan para definir al amor. El amor es “herida que duele”, pero “que no se siente”; es “un breve descanso”, pero que es “muy cansado”.
El soneto en la lengua española
De origen italiano, el soneto fue cultivado durante los siglos XII y XIV por los poetas del llamado dolce stil nuovo, entre los que se encontraban Guido Cavalcanti y Dante Alighieri. A pesar de la gran influencia de Dante, particularmente en su Vita nouva, para muchos el auge del soneto se dio con la obra del poeta aretino Francesco Petrarca quien, en su Cancionero, expresó los sentimientos que tuvo por la mujer que amó: Laura.
El soneto llegó a la lengua española por conducto de dos de los poetas más importantes de los Siglos de oro: Juan Boscán y Garcilaso de la Vega. La introducción del soneto en España revitalizó la poesía que, si bien no era mala, se había estancado al manejar una escritura compuesta, en su mayoría, por octosílabos y versos de arte menor (menos de ocho sílabas). A pesar de la aparente dificultad que representó escribir en una estructura que no era propia de nuestra lengua, el talento de los poetas españoles demostró que el español era un terreno fértil para el soneto.
Garcilaso de la vega
Si bien Boscán tuvo una enorme influencia en la introducción del soneto al español, fue el trabajo de Garcilaso de la Vega el que le dio el lugar que hasta el día de hoy posee. Junto con Góngora y Quevedo, Garcilaso es sin duda uno de los máximos poetas del siglo de oro español. Veamos a continuación el “Soneto V”, quizá el poema más conocido de Garcilaso:
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Destacan su tono amoroso, propio del autor, y todas las características estructurales del soneto como las estrofas, el metro, la rima, etc. Además, es importante destacar la sintaxis de cada verso pues al ser un poema del siglo de oro hay uso del hipérbaton, es decir, de la alteración del orden de los elementos de una oración: “Escrito está en mi alma vuestro gesto” sería, en una sintaxis más común a nosotros “Vuestro gesto está escrito en mi alma”.
El soneto en la actualidad
La fuerza con que el soneto se introdujo en nuestra lengua ha hecho que sea una estructura utilizada aún en nuestros días. Poetas como el argentino Jorge Luis Borges se valieron de esta estructura poética para transmitir sus preocupaciones intelectuales:
¿Por qué persistes, incesante espejo?
¿Por qué duplicas, misterioso hermano,
el menor movimiento de mi mano?
¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?
Eres el otro yo de que habla el griego
y acechas desde siempre. En la tersura
del agua incierta o del cristal que dura
me buscas y es inútil estar ciego.
El hecho de no verte y de saberte
te agrega horror, cosa de magia que osas
multiplicar la cifra de las cosas
que somos y que abarcan nuestra suerte.
Cuando esté muerto, copiarás a otro
y luego a otro, a otro, a otro, a otro…
No obstante, el soneto también ha sido sujeto de experimentación, por lo que muchos escritores han jugado con su estructura presentado versiones renovadas que dialogan con la forma tradicional y se distancian de ella. El soneto “Al espíritu del árbol” del poeta mexicano Enrique González Ramírez tiene una innovación métrica:
¡Oh tu quietud vibrante, tu magnánima calma sonora,
la que enraiza en el hondo corazón de la tierra bendita,
y tus hojas que fingen, en un rapto de sed infinita,
la visión insaciada, la pupila que todo lo explora!
Somos signos fraternos; es la misma la queja que llora
en tu arrullo y mi canto; es el mismo el afán que se agita
en tu savia y mi sangre; y el idéntico anhelo gravita
tan tenaz, que no extingue ni perturba el correr de la hora.
¡Ah, ser firme y sereno con el ansia tendida a lo ignoto,
y afianzado a la vida, ir buscando en un vuelo remoto
el anímico rastro de las aves, las notas y el viento;
allegarse a lo humilde, ascender con el ala que sube
y ser sombra a la fuente, paz al niño, sonrisa a la nube,
y a la vez ser inmoble, majestuoso como un pensamiento!…
A pesar de estar organizado en cuatro estrofas (dos cuartetos y dos tercetos) y conservar, en consecuencia, los catorce versos, la mayoría de ellos son de diecisiete sílabas lo que lo aleja de la métrica tradicional donde el endecasílabo era la medida por excelencia.