La persona que se comporta normalmente de forma prudente, con buen criterio y de manera reflexiva es alguien sensato. Y la cualidad moral que practica es la sensatez.
¿Qué implica actuar con sensatez?
En primer lugar, significa afrontar una situación valorando los pros y los contras. De esta manera, el sensato no se deja llevar por un impulso inicial, sino que analiza cuál debe ser su decisión más acertada. En el proceso de análisis realiza una valoración desapasionada sobre el asunto que le ocupa.
En segundo lugar, actuar con sensatez implica conocerse a uno mismo y a partir del autoconocimiento se puede tomar una decisión acertada.
En tercer lugar, la decisión sensata es aquella que en principio proporciona más beneficios que inconvenientes.
¿Por qué ciertas insensateces resultan estimulantes?
Ciertos comportamientos son objetivamente poco razonables y prudentes. Así, beber alcohol en exceso, comer de forma poco saludable o asumir peligros de manera innecesaria son ejemplos de conductas contrarias a nosotros mismos y, por lo tanto, se trata de tendencias insensatas. A pesar de ello, hay personas que sienten fascinación por este tipo de conductas destructivas.
Esta realidad nos lleva a una pregunta lógica: ¿por qué se actúa de manera prudente e insensata? No hay una única respuesta, pero sí algunas posibles respuestas:
1) no se quiere ver el peligro,
2) algunos hábitos dañinos (por ejemplo, el consumo de drogas) tienen un componente fascinador y
3) lo sensato puede ser percibido como algo aburrido y poco emocionante y, en consecuencia, lo insensato se presenta como una opción excitante y sugerente.
La idea de sensatez está asociada al concepto de normalidad
Hace cincuenta años las mujeres que llevaban pantalones y los hombres que ejercían profesiones femeninas podían resultar unos insensatos a los ojos de los demás. Estos ejemplos ilustran una realidad: la etiqueta de sensato o insensato depende del cuál sea el criterio general sobre lo que es normal en cada momento histórico.
Para los antiguos griegos resultaba muy prudente y sensato acudir al Oráculo de Delfos con la intención de conocer el futuro. Dos mil años después, ese mismo comportamiento nos parece algo irracional y toda una insensatez. Esta costumbre dejó de ser valorada de manera razonable cuando los filósofos iniciaron un nuevo rumbo y de alguna manera incorporaron la sensatez.