La prosopopeya, también llamada personificación, es una figura literaria que consiste en dotar de cualidades humanas a objetos inanimados, incluso plantas o animales. La onomatopeya es una palabra cuyo sonido se asemeja al del referente que busca representar; es la imitación de un sonido que no es propio de una lengua determinada, pero que por el uso u otros fenómenos lingüísticos forma parte de su léxico.
El español posee una gran cantidad de recursos que le permiten elaborar discursos de gran calidad retórica y literaria. Dentro de estos podemos encontrar la prosopopeya y la onomatopeya. Ambos son utilizados tanto en el habla cotidiana como en la literatura con el fin dar cuenta de aspectos y matices que a veces se pierden cuando se utiliza un estilo más sobrio y formal.
Principios y ejemplos de la prosopopeya
Su nombre proviene de la raíz griega prósopon, compuesta por pros, que significa “adelante”, y opos, “cara”. Prósopon es el nombre que se la daba a las máscaras que se utilizaban en las representaciones de la tragedia; su etimología remite, entonces, al hecho de que la prosopopeya es una suerte de metáfora pues sirve para ilustrar mejor algún concepto o idea. Como ejemplos, se puede hacer referencia a:
– El viento acarició mi cabello.
– El mar besó mis pies.
– La luna miró mi tristeza.
– Las paredes oyen.
Como recurso estilístico, la prosopopeya es altamente utilizada en el terreno de lo literario, con una mayor presencia en la poesía y la narrativa. Su función es resaltar alguna situación, cualidad o emoción que le otorgue mayor plasticidad al texto.
Ejemplos
“El mar trepa la costa,
Se afianza entre las peñas, araña deslumbrante”
(Octavio Paz)
Un caso muy interesante en literatura se da cuando ciertos textos se centran en objetos, incluso cuando estos son los personajes principales de alguna narración o son la voz enunciadora de un poema. Más allá de considerarse prosopopeya o no, el empleo de este recurso tiene como objetivo, entre otros, indagar reflexionar sobre la existencia del ser humano. Ejemplo de esto es el libro La noche del escritor mexicano Francisco Tario donde objetos como trajes, féretros, muñecos, buques y demás se encargan de contarle al lector sus preocupaciones y expresar sus miedos y emociones. Asimismo, podemos incluir el cuento “El balcón” del uruguayo Felisberto Hernández donde este ornamento arquitectónico parece sostener una relación con la dueña de la casa.
Principios y ejemplos de la onomatopeya
La onomatopeya puede ser vista desde uno de los códigos de la poesía: la ley de isomorfía. La isomorfía consiste en que lo que se dice (palabras, particularmente en lo oral) y su referente (el objeto en sí) guardan una relación de similitud. En otras palabras, existe una correspondencia entre el sonido que produce una secuencia de palabras con la acción que describen. Si bien esto aplica a unidades mayores como una oración o un verso, es indudable que la onomatopeya es un fenómeno en el que se busca que fondo (contenido o referente) y forma (palabra) coincidan. Algunos ejemplos sencillos de onomatopeya son:
– Guau – sonido que trata de emular el ladrido de un perro
– Pío – sonido que busca imitar el piar de los pollos
– Bang – expresión utilizada para dar cuenta de balazos
– Jajaja – onomatopeya que imita el sonido de la risa
En literatura, se ha hecho un uso muy interesante de onomatopeyas. Un ejemplo clásico es el libro La tumba de José Agustín, donde casi al final se emula el sonido de lo que parece ser el interruptor de la luz al ser manipulado (también podría vincularse con el arma o con los pensamientos del protagonista). Este juego con el sonido acentúa el final trágico del personaje:
“Tras firmar con letras claras y grandes, lo colgué – muy visible – en la pared. Comencé a silbar. Buscando al revolver.
Clic, clic, clic.
Aquí está.
Clic.
Las balas.
Clic, clic.
Una.
Click.
Dos
Clic, clic.
Tres.
Clic, clic, clic.
Assez.
¿No tengo otra solución?
Clic.”
Onomatopeyas de animales
Existe un fenómeno interesante que se desprende del estudio de las onomatopeyas y es el hecho de que, dependiendo de la lengua que se hable en un determinado país, los animales producen sonidos diferentes, por ejemplo:
En español – guau
En inglés – woof
Esto podría generar la idea de que los animales producen sus sonidos en distintos idiomas, no obstante, esto es falso. Lo que sucede en realidad es que una lengua determina en gran medida la forma en la que los hablantes perciben su realidad lo que incluye los distintos sonidos a los que están expuestos. Así, las características del aparato fonador (todo órgano que está involucrado en la producción de fonemas) de un hablante de español y de uno de inglés los llevará a captar e interpretar de modo distinto cualquier estímulo sonoro que provenga del exterior, lo que ha llevado a la creencia errónea de que los perros (y todo animal con su respectiva voz) ladra en diferentes idiomas.