- ¿Doncella o diosa?
- El rapto
- El reencuentro. La trampa de la fruta.
- El pacto
- La nueva reina
- Iconografía
Que Perséfone sea hija de dos de los dioses más importantes no la convierte de manera inmediata en una. Es mucho más complicado que eso. Aunque por supuesto no era mortal, gozaba de la condición inmortal de los dioses, pero desde su infancia hasta su juventud Perséfone estaba considerada la doncella de la primavera, la ‘chica de las flores’, un complemento de la fuerza de la naturaleza que poseía su madre.
Y Perséfone era tan y tan bella, toda una alegoría de la primavera, de mejillas sonrosadas y ojos vivos, sonrisa perfecta, que todos los dioses caían rendidos a sus pies. Además, siempre nos gusta más lo difícil de conseguir, los retos, lo prohibido. Y Perséfone era un reto, casi un imposible, porque había que pasar por Deméter para conquistarla, y los inmortales, en su aburrida e infinita existencia, buscaban retos y dramas más que nadie.
Hades, el dios del Inframundo, aquel que gobernaba el reino de los muertos, el dios más solitario de todos (y como Poseidón, también tío de Perséfone) fue otro de los que se enamoró de su joven sobrina, a la que contemplaba y espiaba en sus esporádicas excursiones al mundo de los vivos.
Un día, Hades se decidió a actuar: subido sobre su imponente carroza tirada por unos negros corceles, salió del Inframundo a toda velocidad y llegó hasta Perséfone, que abstraída recogía flores en un prado. Hades la levantó en volandas con fuerza, y antes que la joven tuviera tiempo de reaccionar se la llevó con él.
Deméter se desespera en búsqueda de su hija. Perséfone conoce mejor a su captor.
Cuando Deméter ve que su hija ha desaparecido, enloquece y comienza a recorrer toda la Tierra en su busca.
Mientras tanto, Perséfone permanece en el Inframundo junto a Hades, que le enseña el lugar (su reino) y pese a haberla raptado, parece compensarlo todo después, pues la joven echa de menos a su madre, con la que está tan unida, aunque, por otro lado, comienza a sentir cariño hacia su captor, un dios frío y solitario que guarda ternura en su interior, y el deseo de una compañera, de un amor correspondido.
Pero su madre es ajena a todos estos nuevos sentimientos que afloran en su interior, ella continúa buscándola sin descanso, y dejando la tierra seca y descuidada a su paso. Deméter es una de las diosas olímpicas más importantes, la encargada de la agricultura, del ciclo estacional. Si deja de lado esta tarea no lloverá, las plantas no crecerán, los mortales no tendrán alimento alguno que recoger de sus huertos. Sin Deméter (o con ella ausente por la desaparición de su hija) todo acabaría en desastre.
Es entonces cuando Zeus se preocupa y decide involucrarse parcialmente: envía a Hermes (mensajero de los dioses) al Hades (ya descubierto el paradero de su hija), a ordenar a su hermano que la libere.
Perséfone se alegra al saber de su madre, tiene ganas de verla. Aunque por otro lado, tras el período de tiempo que ha pasado con Hades se ha sentido como nunca antes, su manera de ver las cosas ha cambiado. Apenada se despide de él, aceptando una jugosa granada que este le ofrece. Perséfone comió seis semillas de esta fruta roja y dulce, sin sospechar lo que ello significaba.
Ella y Deméter por fin se abrazan, de nuevo unidas. La madre descubre con horror la trampa de Hades: Perséfone ha comido granada, una fruta que ha crecido en el Inframundo. Y las leyes dictan que todo aquel que coma cualquier alimento del Hades deberá permanecer en él. Son leyes sagradas e inquebrantables.
A pesar de todo, Deméter no está dispuesta a renunciar a su hija. Y entre todos llegan a un acuerdo: Perséfone permanecerá seis meses del año junto a su madre, y los otros seis en el Inframundo, con Hades. Un trato justo.
Perséfone, feliz con su destino, se casó con Hades, también feliz de compartir el reino con su alma gemela y ella se convirtió en la reina del Inframundo, toda una metamorfosis como las que narra el autor Ovidio: Perséfone pasó de ser doncella o diosa de la primavera a la reina y diosa del Inframundo.
Y ya gobernando surgió su fuerte carácter, pocas veces mostraba clemencia ante los desventurados que acudían al Hades en busca de algún tipo de ayuda.
En las obras de arte, Perséfone será representada mayoritariamente en el momento justo en que es raptada por Hades, en plena acción, como es el caso en la famosa escultura de Bernini o la pintura de Rubens. Si no es así, también podemos verla vestida como una doncella, con ramos de flores, o incluso con una granada en la mano, la fruta que marcó su destino para siempre.