Si bien desde la juventud había exteriorizado su pasión por la pintura a través de diversas creaciones realizadas cuando el tiempo libre se lo permitía, fue recién a los 60 años que decidió dejar sus actividades como abogado, profesor, político, y director de la Escuela Nacional de Artes y Oficios uruguaya, para dedicarse de lleno a la misma.
Aunque con un lanzamiento tardío al ruedo artístico, se convirtió, a fuerza de talento y de originalidad, en uno de los pintores más relevantes e icónicos del Río de la Plata
Una técnica en la que sobresalían los colores, y una temática orientada a representar las costumbres y gustos de su país, son los rasgos salientes de su admirada obra.
Oriundo de la capital uruguaya de Montevideo, en la cual nació en el año 1861, se graduó como abogado y trabajó largos años como defensor de pobres en la justicia uruguaya.
Su espíritu intenso e inquieto lo llevó a desarrollar simultáneamente otras actividades además de la práctica de la abogacía: funcionario público, diputado representando al departamento de Rocha por el tradicional Partido Colorado de Uruguay, y periodista
Escribió artículos de opinión y ensayos para diversos medios gráficos en los que difundió y promovió sus ideas en las materias que más lo interesaban: política, arte y educación.
Entre los años 1915 y 1917 se desempeñó como director de la Escuela Nacional de Artes y Oficios, en la actualidad devenida en la Universidad de Trabajo de Uruguay, y desde dicha dirección promovió una inédita reforma educativa centrada en la transformación de la enseñanza del arte
Su propuesta incentivó la producción creativa y original, tendiente a limitar la copia de procesos y productos foráneos, y utilizó materiales autóctonos.
En la década del veinte del siglo pasado dejó todas sus ocupaciones y se dedicó solamente a pintar
La ciudad de Buenos Aires fue por aquel tiempo su “taller” artístico e intelectual, el lugar en el cual entabló una intensa amistad con los escritores Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo, y asimismo desarrolló muchas de sus creaciones y las empezó a exhibir para el público porteño.
También viajó a Paris, ciudad en la que también instaló un taller, y así como en Buenos Aires, además de pintar se rodeó y trabó fuertes lazos amistosos con diversos intelectuales de aquellos años: Pablo Picasso, Alejo Carpentier…
Muchas de sus obras forman parte del patrimonio cultural de su país y se pueden apreciar en el Museo Figari, llamado así en su honor
Dicho museo que depende de la gestión de cultura nacional, también lleva a cabo una intensa actividad en las áreas de conservación de las obras, en la investigación, y en la enseñanza del arte a los más jóvenes.
Tuvo una frondosa descendencia de nueve hijos y falleció en Montevideo en el año 1939.