Se denomina ocio a las actividades que se realizan por placer y sin tener presiones de por medio. Esta circunstancia conlleva a que por lo general el ocio no se relacione con cuestiones laborales o productivas. Las actividades que pueden incluirse dentro de una práctica ociosa pueden ser escuchar música, jugar, mirar películas, mantener contacto con amigos, etc. Por supuesto, es difícil establecer un límite tajante en lo que respecta a actividades obligatorias y recreativas: existen algunas que pueden ejercerse por placer o a desgano según las circunstancias, o que aparecen en un término medio entre lo que es placentero y lo que es una obligación. Lo importante en estos casos es que la persona perciba ese tiempo como enteramente dedicado para ella y que puede abocarse a la actividad que le sea más conveniente.
El ocio fue practicado desde siempre, pero especialmente en la Grecia y Roma clásicas. Esta circunstancia se dio porque para estas sociedades el ocio no solo se vinculaba con la abstención de realizar trabajos o actividades productivas, sino que era un momento que podía destinarse a la reflexión. Esta circunstancia llevo a que algunos autores vincularan al nacimiento de la filosofía con esta predisposición al ocio que tenían los ciudadanos (es necesario recordar que muchas actividades importantes de la economía eran llevadas a cabo por esclavos).
A similitud de la antigüedad, el ocio se cultivó en tiempos sucesivos en las cortes y en las familias acomodadas. La abundancia de recursos y de tiempo posibilitaba sin dudas que el ocio se desarrollase con actividades recreativas de gran refinamiento. Así, actividades que en otros momentos históricos eran una necesidad ahora podían ser un momento de distensión, como por ejemplo lo concerniente a la caza. Este tiempo libre en las clases sociales acomodadas permitió el refinamiento de diversas artes. Así, la danza, la literatura, la música fueron alcanzando un grado de sofisticación novedoso.
En la actualidad, el hombre parece estar inmerso en un ajetreo que dificulta enormemente las posibilidades de un tiempo de ocio prolongado. En efecto, las necesidades económicas hacen que se utilice mucho del tiempo del día para trabajar, mientras que el resto debe estar necesariamente repartido en obligaciones familiares y domésticas, dejando poco espacio para un tiempo que permita reponer la mente. Es sin lugar a dudas una de los problemas que estos tiempos evidencian y que es necesario superar si se quiere alcanzar una mejor calidad de vida.