Reconocido como una de las sensaciones más espontáneas, puras y primales que animal puede tener, el miedo es aquella sensación que paraliza pero que también puede hacer salvar la vida. Existen dos tipos de miedos: uno es el que tiene que ver con lo irracional, con la sensación de peligro, aquel que siente cualquier animal que ve bajo amenaza su vida. Otro tipo de miedo distinto es el que hemos construido los seres humanos que es un miedo conciente y que muchas veces se hace presente a partir de sensaciones previas.
El miedo como la base de la vida
Si tenemos en cuenta la frase que titula este párrafo, podríamos decir que suena exagerada o incomprensible. El miedo no suele estar asociado con la vida ni tampoco es responsable de ella. Sin embargo, es verdad que es esa sensación la que nos hace, como seres vivos, intentar por todos los medios escapar de determinado peligro que pueda poner en riesgo nuestra vida. A veces, ese mismo miedo es el que nos paraliza y nos lleva directamente al peligro que puede atacarnos.
En este caso, el miedo actúa como una forma de supervivencia. Ante la posibilidad de poner en riesgo lo más preciado, que es la vida, el cuerpo presenta determinados síntomas o rasgos que demuestran nuestro miedo pero que tienen como objetivo prepararnos mejor para subsistir a aquello que nos hace sentir de ese modo.
Como un elemento cultural y social
Una vez que hemos explicado y comprendido lo que es el miedo desde un punto de vista físico u orgánico, debemos señalar que esta sensación tan fuerte y que está tan presente en nuestras vidas puede ser también entendida como una construcción cultural y social. En este sentido, podemos decir que el miedo es una fuerte razón de producción cultural que va desde la literatura y cine de terror hasta problemáticas más complejas como el miedo social, el pánico, la inseguridad ante el otro, etc.
En todos estos casos hacemos referencia a un miedo construido por el ser humano que aparece ante determinadas situaciones, que no siempre es racional pero que puede preverse o determinarse fácilmente.
Por ejemplo, el temor a la inseguridad o el temor que puede generar ser soldado en una guerra son formas de miedo diferentes a la del miedo primario que describimos más arriba y que, por lo general, nos toma por sorpresa.
El miedo que surge de la propia convivencia social muchas veces se hace carne en nosotros y en nuestra psiquis y pasa a convertirse en algo cotidiano y presente constantemente.
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