El megalodón fue una especie de tiburón gigante que habitó los mares del Cenozoico hasta hace cerca de 2,6 millones de años, y del cual solo se tiene conocimiento gracias a registros fósiles, que permiten estimar su tamaño en más de 18 metros de longitud, los cuales lo convierten en el tiburón más grande que ha existido jamás.
Características principales
No existen fósiles completos del megalodón, ni incluso de su esqueleto. El megalodón era un pez cartilaginoso y el cartílago se descompone con mucha mayor facilidad que el hueso, esto, junto con su hábitat acuático impidieron que los restos blandos de los cadáveres del megalodón permanecieran en el ambiente el tiempo suficiente para fosilizarse.
Las estructuras más duras, como dientes, escamas y vértebras, más resistentes a la descomposición sí pudieron sufrir el proceso de fosilización y son la fuente de información para los científicos acerca de la biología y ecología de esta especie.
Megalodón tenía dientes de gran tamaño (hasta 17 cm de altura) y sumamente robustos, en comparación con los dientes de los tiburones actuales, con una forma triangular y márgenes aserrados. Estas características sugieren que su mandíbula era muy poderosa y que los dientes eran capaces de atravesar los tejidos blandos de sus presas con suma facilidad e inclusive sus huesos, sin desprenderse de la mandíbula.
Este tiburón estaba provisto de cuatro tipos distintos de dientes (anteriores, intermedios, laterales y posteriores) distribuidos en cinco hileras y alcanzando un total de más de 270 dientes.
El número de vértebras que poseía la columna del megalodón era mayor al número de vértebras de los tiburones actuales. Esta información y la suministrada por el tamaño de los dientes permiten ubicar el tamaño de este entre 17 y 18 metros de longitud y su peso en cerca de 59 toneladas.
Período histórico en el que vivió el megalodón
Los registros fósiles más antiguos de esta especie provienen del Mioceno, entre 15,9 y 11,6 millones de años atrás y luego se hacen muy abundantes, para posteriormente desaparecer luego de unos 9 – 10 millones de años, es decir entre 5,3 y 2,6 millones de años (Plioceno).
Sin embargo, la desaparición del megalodón de los registros fósiles no necesariamente implica su extinción, pues esta ausencia puede deberse a otras causas, entre ellas, problemas en la fosilización de restos más recientes, cambios en la distribución de la población, menor esfuerzo de muestreo, o incluso simplemente fallos en la localización de dichos fósiles.
Cabe entonces la duda: ¿pueden existir aún poblaciones relictas de megalodón en aguas profundas? En contra de lo que cree el imaginario popular, esta posibilidad es muy remota, pues su hábitat natural, al menos en sus primeras etapas de vida, no lo constituían las profundidades abisales a hadales del océano, sino más bien aguas costeras, en donde encontraban refugio, alimento, y donde difícilmente pasarían desapercibidos durante tanto tiempo.
Empleando diversas metodologías y evidencias directas e indirectas, los paleontólogos han llegado a la conclusión que, en este caso, la fecha de desaparición del megalodón de los registros fósiles coincide con la de su extinción, hace 2,6 millones de años. Una de las pruebas indirectas empleadas para determinar esta última fecha, es el registro fósil de cetáceos, los cuales eran presa del tiburón.
La extinción del megalodón, un depredador tope de la cadena alimenticia, se cree está correlacionada con la aparición de ballenas de unas tallas no alcanzadas antes, además de una mayor distribución y ocupación de nuevos nichos por estos cetáceos.
La causa de esta extinción aún es desconocida, y entre las hipótesis que han sido sugeridas para explicarla se encuentran: el enfriamiento de los océanos durante el Plioceno debido a la aparición del istmo de Panamá; el descenso del nivel del mar debido a las glaciaciones del Plioceno tardío, con la consecuente pérdida de zonas costeras que le servían de hábitat y más probablemente, la competencia con el tiburón blanco, el cual depredaba sobre sus crías.
Hábitat y distribución
El megalodón era una especie cosmopolita que se distribuía en todos los mares y océanos del planeta, principalmente en aguas tropicales y subtropicales, aunque podía encontrarse en aguas más frías, ya que podía tolerar temperaturas de hasta 1 ºC, gracias a que era capaz de conservar su calor metabólico
Al igual que muchas especies de tiburones actuales, el megalodón empleaba zonas restringidas de aguas someras como áreas de guardería para sus crías. Estas zonas costeras eran de alta productividad y proveían a las crías y juveniles de este tiburón de abundantes presas para su alimentación, además de proporcionarles cierta protección contra depredadores potenciales. Los adultos, por el contrario, preferían aguas oceánicas más profundas donde encontraban presas de mayor tamaño.
Alimentación
Evidencias indirectas, tales como restos fosilizados de peces y mamíferos marinos con marcas semejantes a las que pudieran dejar los dientes del megalodón junto con, o cerca de dientes fosilizados de este escualo, así como el tamaño de estos dientes han permitido a los investigadores determinar que su dieta variaba con la edad.
Los organismos juveniles eran oportunistas, alimentándose de peces óseos y cartilaginosos, tortugas marinas y mamíferos marinos como focas, dugones y pequeños cetáceos. Los adultos, por su parte, eran más selectivos en su dieta alimentándose principalmente de ballenas barbadas, aunque también podían consumir otras presas, incluyendo otros cetáceos, tortugas marinas y grandes peces, incluso otros tiburones de su misma especie.
Los restos fósiles también han mostrado que la estrategia de alimentación del megalodón probablemente difería de la de los tiburones actuales. Mientras que el tiburón blanco y otras especies atacan directamente las partes blandas de su presa, evitando las partes más duras, el megalodón parecía que atacaba directamente desde abajo hacia la zona torácica de su presa, destruyendo sus huesos y órganos vitales.
Una evidencia de esta posible estrategia de caza la constituye una investigación realizada en el 2005, donde registran vertebras fracturadas y posteriormente sanadas de un cetáceo marino, lo cual probablemente se debió a un ataque de megalodón al cual sobrevivió el tiempo suficiente para sanar sus huesos.
Por otro lado, el hallazgo de vértebras caudales fosilizadas de grandes cetáceos con evidencias de haber sido mordidas por megalodón, sugiere que en caso de presas de mayor tamaño, el escualo prefería atacar sus órganos de natación con el fin de inmovilizarlas y poder consumirlas.
Referencias bibliográficas
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