- Las gorgonas
- El capricho de Poseidón. La furia de Atenea.
- La hazaña de Perseo. La caza del monstruo.
- El símbolo de Medusa
Medusa fue una de las tres gorgonas, unas criaturas femeninas muy especiales, una especie de monstruos y unas deidades arcaicas, que se veneraban antes que a los dioses olímpicos.
Las gorgonas eran hijas Forcis y Cetos, hermanos e hijos de Gea (la madre Tierra) y Ponto, dios primigenio de los mares. Estas eran tres: Esteno, Euríale y nuestra protagonista: Medusa.
Las diferenciaba la apariencia; pese a ser hermanas, no tenían mucho que ver físicamente, y Medusa era, por supuesto, la más bella. Aunque había otra diferencia más notable: Medusa era mortal, y no inmortal como sus otras dos hermanas. Por lo tanto, este rasgo la hacía más vulnerable.
Poseidón no era tan prolífico en las relaciones como su hermano Zeus, pero también tuvo algunas “conquistas” amorosas. Se encaprichó de la belleza de Medusa, y aunque esta no quería al dios y trataba de huir, no pudo hacer nada contra el poderoso dios de los océanos y este acabó violándola dentro de un templo dedicado a la diosa Atenea.
Atenea, que todo lo veía, decidió tomarla con la pobre Medusa, y furiosa sintió que la gorgona la había ofendido más que nadie practicando actos innombrables en su propio templo. Poseidón salió impune, y Medusa pagó todas las consecuencias. Atenea lanzó un fuerte hechizo, directo a la joven, que comenzó a sentir cómo su cuerpo sufría una transformación.
Sus cabellos se tornaron terribles y amenazadoras serpientes, y además de eso, la diosa le lanzó una terrible maldición: todo aquel que mirara a Medusa directamente quedaría inmediatamente petrificado ante el contacto visual, convertido en piedra.
Y el otro mito conocido de la vida de Medusa es su trágico final.
El protagonista de la historia es Perseo, un joven semidiós, hijo de la mortal Dánae y de Zeus. Perseo vivía feliz con su madre, hasta que un día llegó Polidectes, el rey de una pequeña isla griega.
Este rey cayó rendido ante los encantos de Dánae, se enamoró perdidamente de ella, y no podía evitar ver a Perseo como un obstáculo que se interponía entre ellos. Si no se libraba del joven, jamás conseguiría que Dánae se enamorara de él, este pensamiento era el que acudía una y otra vez a la cabeza de Polidectes.
Perseo tampoco apreciaba al rey, que parecía un soberano interesado y sin honor.
Finalmente, Polidectes tuvo una idea para alejar a Perseo de su madre de una vez por todas. Le hizo un encargo al muchacho: debía traerle la cabeza de la gorgona.
Sin ningún miedo por el viaje que debía emprender y un poderoso orgullo, Perseo partió, ayudado por Hermes y Atenea, que le hicieron de guías hasta el hogar de las gorgonas.
Estos dioses además dotaron a Perseo de valiosos objetos con los que podría acabar con Medusa. Le entregaron el casco de Hades, que hacía invisible a cualquiera que lo llevara puesto. Le ofrecieron también una hoz, un escudo brillante en el que podía verse reflejado y las sandalias aladas del dios Hermes, para poder escapar rápidamente de aquel lugar tras matar a Medusa.
Perseo entró en la morada de estas criaturas, y ayudándose de su escudo que hacía a la vez de espejo (así no miraba directamente a los ojos de la gorgona) hizo un rápido movimiento con su hoz que acertó de pleno en Medusa, separándole la cabeza del resto de su cuerpo.
La cabeza de la pobre gorgona salió disparada, brotando muchísima sangre, y sus serpientes quedaron inmóviles, sin vida.
Con extremo cuidado para no mirar el rostro de Medusa (que aún muerta y mutilada seguía teniendo el poder de la petrificación) guardó la cabeza en un zurrón, se colocó el casco de la invisibilidad y salió volando con las sandalias mágicas de Hermes.
Las hermanas de Medusa no pudieron atacarlo, pues con el casco equipado no lo vieron. Perseo escapó de su hazaña sano y salvo.
De la sangre que brotó de Medusa al morir nació una mágica criatura: el pegaso, un caballo alado.
Pese a su desdichado final, Medusa está presente en nuestra cultura, mucho más que otros personajes.
Por ejemplo utilizamos la expresión “quedarse petrificado” o más común “quedarse de piedra”: esta frase viene directamente de Medusa y las gorgonas, el poder que ejercían con la mirada.
También podemos verla muy a menudo en las manifestaciones artísticas, casi siempre con su cabeza ya cortada o incluso con Perseo sosteniéndola, triunfal.
Además, es el inconfundible logo utilizado en la marca de lujo de moda italiana Versace, que siguen sacando diferentes líneas y colecciones año tras año a las que llaman “La Medusa”, porque aparece la cabeza de la gorgona continuamente.