Normalmente, cuando nos ocupamos de aquellos patriotas que han contribuido a la emancipación o liberación de territorios y naciones, hablamos de sus victorias, de sus ideales, de sus grandes contribuciones, pero vale destacar que también hay otra cara, porque todos ellos dispusieron de una vida de afectos que los acompañaron en todas sus proezas, e incluso, en muchos casos, hasta representaron el más destacado sostén de sus vidas y los ayudaron a conseguir objetivos.
En tanto, Manuela Sáenz, ha sido una de esos sostenes más destacados de la historia, dado que le tocó acompañar como mujer a Simón Bolívar, padre de la patria venezolana y una de las personalidades más destacadas de la emancipación americana.
Cabe destacarse que durante su tiempo, e incluso inmediatamente después, Manuela, fue denostada e ignorada por la historia, recién en el siglo XX se recuperó su aporte fundamental y recibió por tanto el trato de heroína de la patria.
Su contribución a la independencia americana y su lucha a favor de los derechos de las mujeres tuvieron mucho que ver en ello.
Nació como Manuela Sáenz Aizpuru, el 27 de diciembre del año 1797, en la ciudad de Quito, en Ecuador.
La pronta muerte de su madre marcó su ingreso al Convento de las Monjas Conceptas donde recibiría educación y cuidado.
Luego completó su educación en el Monasterio Santa Catalina de Siena, la cual incluyó los típicos quehaceres domésticos que una señorita de ese tiempo debía conocer a la perfección.
Para 1817, asentada en Perú, Manuela contrae matrimonio con un rico médico inglés mucho mayor que ella y a partir de este momento queda totalmente aceptada y vinculada a la aristocracia del Virreinato de Perú.
También para este tiempo se produciría su acercamiento a las ideas emancipadoras y por tanto realizaría una importante cantidad de actividades en este sentido.
Por tales acciones recibió de parte de José de San Martín la distinción de Caballeresa de la Orden El Sol del Perú.
En 1822 regresa a su patria para reclamar una herencia y allí conocerá a Simón Bolívar, quien pronto se convertiría en su gran amor y amante y juntos estarían hasta el último día de la vida de éste.
Manuela acompañó a Bolívar en muchas de sus campañas y una vez que finalizó la liberación se asentaron en Santa Fe de Bogotá.
A pesar de estar formalmente unida a otro hombre, Manuela, se negó sistemáticamente a regresar con él y eligió a Bolívar como el gran compañero de su vida.
Cuando Bolívar fallece en el año 1830, la situación de Manuela se complica y es desterrada a Colombia para luego exiliarse en Jamaica.
En el año 1835 intenta regresar a su país pero la revocación de su pasaporte se lo impide y entonces se asienta en la ciudad peruana de Paita.
En este lugar pasaría el resto de su vida dedicándose a la venta de tabaco y a realizar traducciones en inglés.
Una epidemia de difteria termina con su vida el 23 de noviembre del año 1856, a los 59 años de edad.