Se denomina lectura al proceso mediante el cual el ser humano capta una sucesión de símbolos visuales y los decodifica en una secuencia de contenido lógico. El fenómeno de leer se desarrolló varios años después de la aparición del homo sapiens sobre la faz de la tierra, en la medida en que la escritura, su contraparte, tuvo sus primeros indicios aproximadamente cinco milenios antes de Cristo. Así, para que pueda hablarse propiamente de lectura, es necesario que pueda existir un sistema de grafemas que hagan la translación del sistema de símbolos orales al plano visual. Podría decirse, además, que la comunicación oral es una condición natural en la especie humana, mientras que el par escritura/lectura, es el desarrollo de una técnica en función de esa aptitud natural.
La posibilidad de leer no siempre fue una cualidad extendida al conjunto de la población, en épocas pasadas el analfabetismo estaba ampliamente extendido y solamente una elite letrada era la capacitada para comprender textos escritos. En este sentido, son innegables los avances que las sociedades contemporáneas han tenido para extender la educación, aunque por cierto, existen naciones con serias dificultades al respecto. No obstante, también es cierto que el tiempo promedio que una persona alfabetizada dedica a la lectura en la actualidad es considerablemente inferior al que dedicaba una persona alfabetizada un siglo atrás.
Con respecto a esta última idea, quizá la explicación pueda encontrarse en la eclosión de medios audiovisuales que absorben la atención del hombre promedio y lo alejan del hacer uso de la lectura desde un punto de vista del ocio. En efecto, quizá no sea casualidad que las obras cumbres de la literatura mundial no se superpongan con el apogeo de medios audiovisuales, cuando estos no existían se recurría a la lectura también para experimentar placer estético, siendo este contexto fuertemente propicio para la evolución de las letras, especialmente de la novela. Cabe recordar en este sentido la variedad y calidad de producción literaria que el siglo XIX legó a la humanidad.
Hogaño, la lectura parece circunscripta a la búsqueda de información fragmentaria, y el abuso de medios audiovisuales parece haber ocupado su lugar en forma significativa. Lejos quedaron los hábitos de ir desmenuzando una idea por extensos volúmenes subdivididos en capítulos, percibiendo una variada gama de matices. No obstante, esta experiencia podía y puede aún ofrecer un conocimiento más nutritivo para cualquiera. Es solo cuestión de saber dar a conocer sus virtudes y posibilidades.