Juego limpio es una denominación que se aplica singularmente en la actividad deportiva, aunque eventualmente es posible utilizarla en otras situaciones de la vida.
En el deporte, los rivales se enfrentan con un objetivo: vencer al contrincante. Pero no se trata de hacerlo de cualquier manera ( se dice, por ejemplo, que en la guerra y el amor todo vale ). No vale todo cuando se practica un deporte o un juego. Hay que intentar derrotar al oponente, pero siempre respetando las reglas del juego. Las trampas, el juego sucio y la faltas de respeto son opuestas al espíritu que debe imperar en la competición deportiva.
Los valores de respeto son fundamentales y no sólo hay que aplicarlos con el rival, también con el árbitro, con el público asistente y, en definitiva, con el entorno donde se está compitiendo.
El deporte tiene una dimensión formativa, ya que no se trata simplemente de ejercitar el cuerpo y tener una destreza determinada. Es imprescindible que el juego limpio forme parte de todo el proceso deportivo.
El mundo anglosajón ha sido el gran impulsor de la mayoría de deportes y la idea del fair play ( juego limpio en inglés ) es esencial. Los participantes en una carrera, en una lucha o en cualquier juego tienen que seguir la regla del juego limpio. Es un principio esencial, ya que de lo contrario ( el juego sucio ) la victoria es algo falso, irreal y producto de alguna argucia ilegal e innoble. El caballero inglés que intenta vencer a su oponente no puede engañar ni manipular, debiendo tratar al rival con consideración. El espíritu del fair play se ha extendido en todo el mundo, aunque es evidente que en otras culturas no se entiende este concepto de la misma manera. De hecho, en los países mediterráneos y en latinoamérica el juego limpio no forma parte de la cultura deportiva.
A pesar de que el juego limpio preside la práctica deportiva, es una pretensión o ideal que no siempre se cumple. El dopaje es una clara falsificación, una práctica ilegítima que es castigada severamente por los organismos nacionales e internacionales. Hay otras conductas que alteran el espíritu del fair play: engañar al árbitro, comportamientos agresivos, gestos soeces, no felicitar al contrario cuando gana o despreciarle cuando pierde.
Analizando la historia del deporte, se evidencian dos tendencias. Aquella en la que la nobleza y el respeto ha sido la pauta a seguir y, opuestamente, la predisposición a la trampas como medio para obtener la victoria.