- Siglo XIV a.C.
- Hijo preferido de Jacob
- En Egipto…
- Prisión y sueños que se cumplen
- Gobernador de Egipto
- Reencuentro familiar
- Siglo XIII
Nació en la tierra de Harán. Fue hijo de Jacob y de su esposa Raquel y descendiente de Abraham.
Se dedicó como toda su familia a criar ovejas.
Fue el hijo preferido de su padre, por un lado, porque nació durante su adultez, y, por otro lado, porque destacaba entre todos por sus cualidades de amabilidad y pureza.
La preferencia despertó tremendos celos en el resto de los hermanos. No lo manifestaron, pero estaba ahí latente.
Dios se comunicaba con él a través de los sueños.
En una oportunidad soñó que el sol, la luna y once estrellas se inclinaron hacia él e hicieron el gesto de la adoración. Sus padres y sus hermanos no creyeron en esa posibilidad. No lo tomaron en cuenta.
Cuando cumplió 17 años su padre le obsequió una túnica de colores. Este regalo enojó aún más a sus hermanos.
Un día, su padre, le encomendó la tarea de ir a buscar a sus hermanos que se habían ido por trabajo, hacía un par de días, a la zona de Siquem, y no habían regresado.
Vendido por 20 monedas de plata
El odio de sus hermanos era tal que, al verlo, decidieron que era el momento de deshacerse de él, asesinándolo.
Sin embargo, la llegada al lugar de una caravana de ismaelitas les dio otra idea: venderlo a Egipto y así alejarlo para siempre de sus vidas, sin tener que matarlo; le quitaron la túnica para llevársela a su padre en muestra de su muerte.
Lo vendieron a Potifar, el jefe de la guardia del faraón, por veinte monedas de plata.
Los hermanos regresaron a casa, sin José, y le dijeron a su padre que un animal lo había matado.
Jacob quedó devastado con la noticia.
Lo ascendió. Apenas llegado, le dijo a su jefe que no estuviese preocupado por la salud de su hija porque se recuperaría.
Cuando ello ocurrió, lo promovió a mayordomo de su casa y le entregó la administración de su tierra.
Pasó de esclavo a ser una de las personas más relevantes para su patrón.
Demostró su integridad al soportar las insinuaciones amorosas de la esposa de su jerarca, a las cuales se rehúso a acceder una y otra vez.
Fue enviado a la cárcel cuando el hecho trascendió y llegó a oídos de Potifar. A pesar de no haber incurrido en ningún delito, ni acto deshonesto, debió pagar una culpa por algo que no hizo. La aceptó, sin más, no se quejó, ni blasfemó contra Dios, ni contra nadie, por eso comúnmente se habla de su gran poder de aceptación respecto de lo que le tocó atravesar, fuese bueno o malo.
En prisión les demostró a sus compañeros de celda la habilidad de interpretar los sueños.
A sabiendas de su don, fue convocado por el mismísimo faraón para que interpretase unos sueños que lo inquietaban.
Ninguno de los magos pudo interpretar los sueños del faraón que lo habían preocupado muchísimo.
Primero soñó que siete vacas flacas se comieron a siete gordas y luego que de un mismo tallo crecieron siete espigas grandes y también siete espigas secas.
Le explicó al faraón que era un mismo sueño y que representaban los siete años de abundancia y prosperidad que viviría su tierra, y, los otros siete, en los que las condiciones se revertirían y pasarían hambre y escasez.
Le recomendó como solución que buscase un hombre sabio y le atribuya la función de cuidado de las cosechas, para de esta manera contar con una reserva en el momento de falta de comida.
El faraón lo designó como administrador y gobernador de Egipto. Todas sus profecías se cumplieron.
Mientras tanto, fuera de Egipto, la escasez de comida se convirtió en un hecho, especialmente en Canaán, donde vivían sus padres y hermanos.
Su padre mandó a sus hermanos a Egipto a buscar comida. Fueron todos, menos el más pequeño, Benjamín, quien se había convertido en el hijo dilecto.
Al verlos llegar se sorprendió y emocionó, pero no demostró conocerlos. Los acusó de ser espías y estos lo negaron; le dijeron que su único objetivo era buscar comida, que su padre los había enviado, que eran 12 hermanos, pero que uno se quedó con su padre y el otro había desaparecido.
Les entregó abundante trigo y les exigió que regresasen con su hermano menor y tomó de rehén a Simeón.
Cuando regresaron a su casa, Jacob, se negó a entregar a Benjamín; pasaron los meses y al finalizar la comida disponible, aceptó que sus hermanos regresasen a Egipto por más comida y llevasen con ellos a Benjamín.
Tras llegar, los invitó a comer con él y le pidió a uno de sus servidores que llene de alimentos los sacos de sus hermanos y que en el de Benjamín guardase su copa de plata.
Durante el transcurso de la salida de Egipto, los hermanos iban felices con sus alimentos hasta que la guardia del faraón los interceptó, los requisó, y descubrió en el saco de Benjamín la copa.
Exigió tomar a Benjamín como esclavo, a lo que sus hermanos le rogaron que no lo haga, en tanto, Judá, le expresó que, si no regresaban con su hermano su padre moriría de dolor. Se ofreció él como esclavo. La actitud de Judá lo emocionó tanto que develó su identidad.
Le pidió a su padre que se estableciesen en la zona de Gosén con toda la familia.
En el lecho de su muerte, Jacob, les habló a sus hijos y les confió que sus descendientes serían el germen para constituir las 12 de tribus de Israel, en Canaán.
Cumplió el último deseo de su padre, de no ser enterrado en Egipto sino en Canaán, en la cueva del campo en Makpelá.
Falleció en Egipto. Habría tenido en ese momento 110 años, según el relato bíblico.
Tuvo dos hijos con su esposa Asenat: Manasés y Efraín, quienes años más tarde se convirtieron en líderes de dos de las 12 tribus de Israel.