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Nació en la ciudad de Zlin, en Checoslovaquia (actual República Checa). Su nombre fue Ivana Zelníček. Tras casarse con Donald, lo simplificó a Ivana Trump.
Demostró su habilidad por el esquí y comenzó a practicarlo con el apoyo de su familia.
Estudió Educación Física.
El esquí fue el “escudo” de salida del país, que, en aquellos tiempos, no ofrecía facilidades a sus ciudadanos para emigrar sin el debido control por parte de los soviéticos.
Fue convocada a participar de los Juegos Olímpicos de Sapporo, en Japón, como suplente. No iba a desaprovechar el pasaporte a la libertad que este viaje le propuso.
Emigró de su patria natal, decidida a escapar del comunismo, que se había apoderado de la nación un año antes de su nacimiento.
La deserción le haría pagar un alto precio a su familia, por tanto, decidió que la mejor alternativa era casarse y convertirse en ciudadana del país de su esposo para poder irse definitivamente de Checoslovaquia.
Se casó con un amigo canadiense y obtuvo la ciudadanía. Partió con destino a Canadá, donde residió por dos años, y trabajó como modelo.
Viajó a Estados Unidos para promocionar los Juegos Olímpicos de Montreal y en ese viaje conoció al hijo del popular empresario Fred Trump: Donald, con quien inició una relación.
La pareja se casó con toda la pompa, en el exclusivo barrio Upper East Side.
Lejos de quedarse en su mansión, criar los hijos y gastar dinero, apoyó y sumó su trabajo a la empresa Trump.
Participó de dos desarrollos emblemáticos de la familia: la Trump Tower en Manhattan y Trump Taj Mahal Casino Resort, en Nueva Jersey.
Ejerció como vicepresidente del departamento de diseño de interiores de la Organización Trump e intervino en la gestión del exclusivo Hotel Plaza.
Se separó de su esposo en medio de un escándalo por la presunta infidelidad de éste con Marla Maples, quien se convertiría en la segunda esposa de Trump.
La división de bienes no fue nada sencilla y debieron sortearse muchos desacuerdos para arribar a un final, no tan feliz, claro.
Ella embolsó 14 millones de dólares y una mansión.
Una vez separada continuó desarrollándose como empresaria, e incursionó en diferentes negocios: indumentaria, diseño de joyas, creación de perfumes y maquillajes, inversiones en bienes raíces y hasta escribió libros de autoayuda en los que a través de sus experiencias ayudó a mujeres que la consideraban un ejemplo de fortaleza y éxito.
Se volvió a casar con otro millonario, Riccardo Mazzuucchelli, del rubro minero. La pareja se separó tras solo dos años de casados.
Volvió a casarse, por tercera vez, con un joven actor, 24 años menor que ella: el italiano Rossano Rubicondi.
El enlace se concretó tras seis años de novios y se llevó a cabo en uno de los lujosos resorts, Mar-a-Lago, que su ex Donald tiene en el estado de Florida, en Palm Beach.
El matrimonio duró tan solo un año, sin embargo, no cortaron nunca su vínculo sentimental que incluyó viajes y presentaciones en televisión juntos.
Publicó el libro Raising Trump (Criando a los Trump), en el cual abordó con mucha sinceridad la crianza que le brindó a sus tres hijos, especialmente orientada a respetar y practicar valores como el respeto, eludir el engaño y no mentir.
Comentó que este año, su exmarido, ya convertido en presidente de los Estados Unidos, le ofreció ser la embajadora norteamericana en República Checa, pero ella prefirió continuar con su vida alejada de la política.
Falleció Rubicondi, su último esposo, hecho que le produjo una tremenda tristeza.
Falleció en Nueva York. Fue encontrada sin vida en el departamento en el cual residía en Manhattan. Tenía 73 años.
Su exmarido y expresidente fue quien dio la primicia a través de su cuenta personal en la red social Truth Social.
La homenajeó a puro halagos. Dijo que fue una mujer grandiosa, hermosa, que vivió una estupenda historia de vida y que por sobre todas las cosas amaba a sus tres hijos.