Se conoce como fuga de cerebros a la emigración de profesionales y científicos con formación académica en su país de origen. La misma suele estar provocada por motivos económicos o por conflictos políticos. Esta es una situación problemática ya que, cuando el científico abandona su país de origen, se pierden las inversiones estatales en educación superior.
Para el caso argentino, se trata de un país caracterizado por producir recursos humanos cualificados. No obstante, la fuga de cerebros ha sido corriente. Fundamentalmente, dos momentos históricos han generado la migración masiva de investigadores. Por un lado, la Noche de los Bastones Largos acontecida en 1966 expatrió a una gran cantidad de científicos por razones políticas. Por otro lado, las reducción del presupuesto invertido en ciencia y técnica desde el año 2015 también generó una nueva fuga de cerebros, esta vez, por motivos económicos.
Causas para la mayor fuga científica en La Noche de los Bastones Largos
El 29 de julio de 1966, a un mes de iniciada la dictadura cívico-militar autodenominada “Revolución Argentina”, el gobierno militar intervino a las universidades públicas argentinas. Hasta el momento, las mismas se habían regido por los principios de la reforma universitaria de 1919, es decir, la autonomía universitaria y el modelo tripartito de gobierno que implicaba la participación política de estudiantes, docentes y graduados. No obstante, el gobierno militar violó dichos principios y reprimió a quienes se encontraban en las universidades, ya que veía a las mismas como reductos conflictivos para poder implantar el orden en la sociedad.
En total se detuvieron a unas 400 personas, sobre todo de las facultades de Ciencias Exactas y Naturales, y la de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y la mayor parte de los espacios de trabajo universitarios fueron destruidos. A este cruento suceso se lo conoce como “Noche de los Bastones Largos”, ya que los estudiantes, docentes y graduados que se encontraban en las universidades fueron detenidos y golpeados con bastones largos por parte de la policía federal.
La consecuencia fundamental de la Noche de los Bastones Largos fue la mayor fuga de cerebros de la historia del país: alrededor de 300 profesores universitarios, la mayoría de ellos científicos, dejaron las universidades. Fundamentalmente, la razón estuvo marcada por el hecho de que el ámbito de la docencia universitaria e investigación dejó de ser propicio ya que, violando la autonomía universitaria, se censuraron ciertos contenidos y se modificaron los programas de las materias.
La realidad actual de la fuga de cerebros
Históricamente, Argentina se ha caracterizado por su capacidad de producir recursos humanos de calidad, pero con baja inversión en ciencia y tecnología, lo cual ha favorecido la constante fuga de cerebros. No obstante, con el cambio de milenio, esta tendencia había comenzado a revertirse. Fundamentalmente, desde el 2003 y hasta 2015 se aplicaron diferentes políticas públicas tendientes a mejorar la situación económica y social de los científicos argentinos. Entre las principales medidas se pueden mencionar el aumento de recursos brindados al CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), lo cual se tradujo en una mayor incorporación de investigadores a los programas de becas y en un mayor desarrollo de proyectos científicos. Asimismo, hubo un aumento en los salarios de los investigadores, se abrieron nuevos centros de investigación y, mediante el programa RAICES (Red de Argentinos/as Investigadores/as y Científicos/as en el Exterior), se logró repatriar a más de 1000 científicos.
No obstante, esta tendencia pareció modificarse desde 2015, ya que se redujo el porcentaje de presupuesto nacional invertido en la investigación científica, los salarios de los investigadores de CONICET se redujeron en un 60% y para el 2018, se otorgaron la mitad de becas que en el año 2015. Esto se tradujo en una crisis del sector de ciencia y tecnología marcada por los bajos salarios, la reducción de las becas y la escasez de recursos para los institutos. De esta forma, se volvió a experimentar una marcada fuga de cerebros. De hecho, en 2017, Argentina tuvo la mayor emigración de científicos de la región.
En vistas de modificar esta situación, en febrero de 2021, el Congreso de la Nación sancionó la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, la cual establece un aumento progresivo del presupuesto invertido en investigación científica hasta alcanzar el 1% del PBI para el año 2032.