Francisco de Goya fue el artista plástico, pintor y grabador, más destacado de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX en su patria, España.
Si bien inauguró el Romanticismo, también se lo reconoce como un auténtico precursor del Impresionismo, especialmente en sus últimas obras.
Goya probó e hizo prácticamente todo en el ámbito de la pintura: pintura de caballete, murales, grabados, dibujos, retratos y por ello es que fue el artista europeo más notable de su país y de Europa, y esto último, justamente, se evidencia en la influencia que ejerció en las generaciones plásticas posteriores.
Francisco de Goya y Lucientes, tal es su nombre original, nació en el pueblo Fuendetodos, Zaragoza, el 30 de Marzo del año 1746, en el seno de una familia de posición social media.
Su padre era un artesano y maestro dorador con cierta importancia en el pueblo y de él precisamente habría aprendido el oficio.
Goya estudió en el Colegio de los Escolapios en Zaragoza y a la edad de 13 años, con una inclinación artística sumamente evidente ya, ingresó a la Academia de Dibujo de Zaragoza.
Luego, continuaría su formación como pintor en Madrid, junto a Francisco Bayeu, de quien además se convertiría en cuñado cuando se casase con su hermana en el año 1775.
Uno de sus primeros trabajos, 63 cartones con diversas escenas cotidianas ideales, para la Real Fábrica de tapices, llegaría a instancias de Bayeu.
A la par de este trabajo comenzó a retratar a personajes destacados de la escena política y social de su tiempo y a realizar obras religiosas que le reportarían un gran prestigio.
En el año 1789 fue nombrado pintor de la corte de Carlos IV, siendo el retrato La familia de Carlos IV una de las obras más importantes que realizó en su trabajo como pintor real.
Aunque, la familia real no eran los únicos nobles que reclamaban el trabajo de Goya, también la aristocracia de su tiempo quiso ser retratada por el gran pintor y así que aparecieron sus famosos retratos: La Condesa Chinchón, la Maja Vestida y La Maja Desnuda, las cuales, según los rumores de la época, representaban a la Duquesa de Alba, con quien además Goya habría mantenido un sonado amorío.
Hacia el fin del siglo XVIII, Goya, desde el grabado, se ocuparía de realizar una implacable crítica a la sociedad civil y religiosa de su tiempo.
La serie de 82 aguafuertes, conocido como Los Caprichos son la más fiel expresión de ello.
Asimismo, Goya, no hizo la vista gorda a la guerra que le tocó vivir como pintor de la corte tras la ocupación Napoleónica.
A pesar del puesto que ocupaba retrató los horrores de la guerra (2 de Mayo y Los fusilamientos del 3 de Mayo).
Luego de la restauración de Fernando VII, en el año 1815, Goya, se retiro de la escena pública.
Para este tiempo se había agudizado enormemente la afección que lo había dejado totalmente sordo, con lo cual, su retiro más la discapacidad contribuyeron fundamentalmente en el viraje que sufriría su obra de ahí en más.
Tal situación quedó materializada en la decoración que le imprimió a su casa: 14 murales de enormes dimensiones, en los cuales predominaban los colores marrón, gris y negro y las temáticas oscilaban entre lo macabro y el terror.
Goya falleció el 15 de Abril del año 1828.