Se dice que tenemos la certeza sobre algo, cuando estamos convencidos por algún motivo sobre su verdad o falsedad. Por el contrario, cuando existe incertidumbre al respecto nos encontramos ante una situación de duda.
La duda tiene varias vertientes posibles. Un sentido religioso, una postura concreta en relación con algún aspecto de la vida y una actitud filosófica.
En relación con las creencias religiosas, las personas que tienen fe están convencidas de sus convicciones, las cuales no son de carácter racional, puesto que no hay pruebas concluyentes en este sentido. Los dogmas y creencias religiosas no resultan convincentes a todos los individuos y tienen dudas sobre su autenticidad. De alguna manera, el agnóstico expresa esta idea, ya que ni afirma ni niega la existencia de Dios.
En la vida cotidiana no siempre sabemos cuál es la verdad sobre algo. Consideramos que es imposible alcanzarla y afirmamos que tenemos dudas. En este sentido, la duda es aplicable en múltiples circunstancias: una decisión a la hora de adquirir un objeto de consumo o una elección personal en la que tengamos argumentos a favor y, al mismo tiempo, en contra.
Cuestión filosófica
Ya en la antigüedad, algunas corrientes filosóficas defendían la imposibilidad de encontrar un conocimiento fiable y seguro.Esta doctrina es conocida como el escepticismo. El filósofo escéptico defiende la tesis de que es imposible decantarse racionalmente por una postura o por la contraria y, en consecuencia, defiende la duda como idea fundamental y como actitud intelectual.
El escepticismo tiene una contradicción. Si alguien afirma que no está seguro de algo, esto quiere decir que ya está seguro de su inseguridad. Ante esta contradicción, la filosofía ha intentado recorrer dos caminos alternativos: el conocimiento basado en la experiencia (empirismo) y el conocimiento fundado en la razón humana (racionalismo).
El filósofo francés René Descartes introdujo una nueva variante: la duda metódica. La idea principal de este planteamiento es dudar de todo de una manera sistemática. Tras comprobar que es posible dudar de cualquier conocimiento (nuestros sentidos, la razón e incluso de los sueños que parecen reales), Descartes se dio cuenta de que había algo sobre lo cual no era posible dudar: que estaba dudando. Y al ser la duda una forma de pensamiento, concluyó su reflexión con una idea célebre: pienso, luego existo. Esta afirmación sirvió como modelo de referencia para cualquier otra posible verdad.