El significado de la palabra “dialéctica” se ha ido modificando con el transcurrir de la historia, con una raíz etimológica que remite al griego “dialektiké”, entendiéndose como “técnica de la conversación”, observando que en la Antigua Grecia se la utilizaba como un modo de argumentación filosófica. De hecho, el filósofo griego Platón utilizó a la dialéctica como la forma principal para acceder a los razonamientos. Mediante la misma, el pensador buscaba en sus diálogos construir definiciones sobre el mundo de las ideas pero evitando las suposiciones. En este sentido, la dialéctica platónica se basaba en el uso de la razón a fin de comprender la realidad.
No obstante, la concepción de la dialéctica se modificó a partir del siglo XVIII con los planteos de Hegel, filósofo alemán que desarrolló a la dialéctica como un método por el cual a una idea inicial (tesis), se le contraponía un argumento opuesto (antítesis) y de la superación de las contradicciones entre ambas surgía una idea superadora (síntesis). Posteriormente, Marx retomó las ideas de Hegel para pensar el devenir de la sociedad a lo largo de la historia. Sin embargo, en contraposición a lo que sugería Hegel, el materialismo dialéctico del marxismo se basó en el análisis de la naturaleza material del mundo y no de su espíritu.
Dialéctica hegeliana
El filósofo idealista alemán, Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), se consolidó en el siglo XVIII como el gran pensador de la dialéctica ya que desarrolló su teoría que implicaba utilizar a la misma como una forma de analizar la realidad y de concebir el desarrollo de las ideas.
Según el pensador, la dialéctica consistía en tres etapas concatenadas entre sí. En primer lugar, la tesis, que implicaría el desarrollo de una idea o de una situación en un campo determinado. A dicha tesis se le contrapondría la segunda etapa marcada por la negación de las ideas inicialmente expuestas, es decir, la antítesis. Finalmente, la contradicción se superaría en la etapa de la síntesis por la cual se desarrollaría una nueva tesis reforzada que conciliaría a las dos ideas anteriores las cuales eran, en apariencia, contradictorias.
Es de destacar que, en algún momento, dicha síntesis se podría convertir en tesis y sobre ella se desarrollaría una antítesis. En este sentido, la dialéctica hegeliana es de carácter circular. De hecho, las propias contradicciones serían necesarias para el pensamiento y para el surgimiento de las nuevas ideas. Así, según esta perspectiva de análisis, solo el cambio es constante ya que la contradicción implica movimiento. En este punto, vale señalar que para Hegel las contradicciones serían manifestaciones propias del “espíritu”.
Dialéctica marxista
Posteriormente, el filósofo y economista alemán Karl Marx (1818-1883) retomó la dialéctica hegeliana para analizar y explicar la historia de la relación de la sociedad con la naturaleza. Así, mediante una metodología que se dio en llamar materialismo dialéctico, Marx desarrolló su teoría acerca de que la lucha de clases motoriza los cambios en base a las contradicciones propias del sistema y, de esta forma, se desarrolla la historia de las sociedades humanas.
Así, según el materialismo dialéctico, existiría una sucesión evolutiva de modos de producción que involucraría, de forma lineal, al comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo. Estos modos de producción se irían modificando y superarían al anterior producto de las contradicciones internas de cada sistema. Por ejemplo, el modo de producción comunista primitivo en principio no contaba con propiedad privada y las comunidades se relacionaban directamente con la naturaleza; sin embargo, el descubrimiento de la agricultura condujo a la división internacional del trabajo que dio lugar a la aparición del comercio y de una elite que acumuló los bienes: con la inminencia de la propiedad privada y de las contradicciones anteriormente mencionadas, se habría dado paso al modo de producción esclavista por el cual el hombre se volvió propietario del hombre. Entendiéndolo de ese modo, Marx consideraba que las contradicciones internas del capitalismo llevarían necesariamente a la instauración del modo de producción socialista por medio de la lucha de clases.
Finalmente, para la dialéctica marxista, las contradicciones no frenarían el curso de la historia sino que serían las que le dan movimiento. Sin embargo, a diferencia de lo sostenido por Hegel, no se trataría de una cuestión de “espíritu” sino que serían las condiciones socioeconómicas las que determinarían al devenir espiritual.
Referencias bibliográficas
Engels, F. (2019), “Dialéctica de la naturaleza”, Greenbooks editore (edición digital).Iliénkov, E. V. (1977), “Lógica dialéctica. Ensayos de historia y teoría”, España: Editorial Progreso.
Zizek, S. (2012), “Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialéctico”, Madrid: Akal.