La idea de dependencia expresa la relación de alguien o algo con respecto a otra persona o entidad. El concepto de dependencia implica la ausencia de autonomía de una persona o cosa.
Quien tiene esta condición no puede tomar ciertas decisiones, puesto que carece de la libertad suficiente por algún motivo.
La dependencia es, por lo tanto, el antónimo de independencia. Esta oposición de uno y otro término se puede aplicar a situaciones muy diversas. En esta entrada analizaremos dos ámbitos distintos: la dependencia aplicada a las personas y la que tiene una dimensión política.
En algunas circunstancias, las personas no pueden valerse por sí mismas. Los niños pequeños, las personas enfermas o con alguna discapacidad se encuentran en una situación de dependencia. Esto significa que necesitan a otras personas, dependen de ellas. Si nos referimos a los niños, se trata de una situación temporal y que no tiene ningún aspecto problemático (el cuidado de los niños normalmente se asume como una responsabilidad gratificante). Sin embargo, ciertas enfermedades o situaciones de discapacidad (física, sensorial o intelectual) sí pueden ser permanentes. En estos casos, la dependencia de los individuos resulta problemática por muchos motivos. Las personas dependientes necesitan de un cuidador, alguien que les ayude en sus tareas diarias más elementales. Por otra parte, el cuidador en ocasiones tiene que abandonar sus responsabilidades personales. Estas circunstancias originan problemas económicos y sociales de distinta naturaleza, por lo que algunos países han puesto en marcha leyes de dependencia para intentar mejorar la calidad de vida de las personas dependientes.
Algunos territorios del planeta han sido sometidos por el poder militar y económico de naciones poderosas. Durante el siglo XlX se inició un periodo conocido como Colonialismo, en el que países como Francia y Gran Bretaña ocuparon grandes regiones de África y Asia. Las zonas ocupadas eran dependientes en todos los sentidos. Políticamente no tenían la capacidad de crear sus propias formas de gobierno y en lo económico tampoco tenían la suficiente autonomía. Culturalmente tenían que someterse a las costumbres de los países dominadores. Esta situación provocó todo tipo de enfrentamientos y conflictos. De manera gradual, el descontento de los pueblos oprimidos iba en aumento y esto provocó que lucharan por su independencia, por ser libres y decidir sobre su propio destino como nación. En el continente africano la mayoría de naciones alcanzaron la independencia en la década de los 60 del siglo XX.
En la actualidad, las aspiraciones por la independencia política de algunos territorios ya no tienen el mismo sentido que en otras épocas. Cada reclamación de independencia tiene su propia casuística en función de las circunstancias históricas y de otros elementos de identidad (la lengua propia de una comunidad es uno de los factores que impulsa el anhelo de independencia).