Hay problemas concretos que se sitúan en un lugar y los hay que tienen una dimensión global. La deforestación es una realidad preocupante y afecta a la globalidad del planeta.
Consiste en el proceso de destrucción de los bosques, singularmente los bosques tropicales de algunas zonas: la Amazonia, el centro de África y algunos enclaves de Asia.
Desde la antigüedad el ser humano ha practicado la deforestación y la razón principal era crear espacios para la agricultura y la ganadería. Se trataba de un proceso de una dimensión reducida y razonable. En cambio, la deforestación de las últimas décadas tiene, sin duda, unos efectos muy dañinos para el medioambiente: alteraciones climáticas graves, desequilibrio de los hábitats naturales, desplazamiento de la población afectada y otras consecuencias igualmente significativas.
Los motivos principales por los que se lleva a término esta práctica son los siguientes: la implantación de minería en la zona devastada, construcción de infraestructuras o el mantenimiento de la industria maderera.
Los movimientos ecologistas realizan una tarea de denuncia e intentan sensibilizar a la sociedad para frenar los efectos de la deforestación. Para combatir sus efectos, estos movimientos proponen un marco legal que regule estas acciones. Por otra parte, proponen una política de reforestación que equilibre la tala indiscriminada de masa forestal.
La biodiversidad del planeta está amenazada por los consecuencias de la deforestación. Hay especies que desaparecen y otras se encuentran en peligro de extinción. El equilibrio de la naturaleza también peligra y todo ello origina que haya dos bandos enfrentados: aquellos que justifican la deforestación y sus beneficios económicos y los que entienden que el beneficio de unos no justifica el perjuicio del mundo en su globalidad. Ante esta disyuntiva, aparece una alternativa: los sectores que defienden una tala responsable de árboles.
Lo que es evidente es que la deforestación es un problema local y al mismo tiempo global. Afecta a un entorno y es posible evaluar sus daños, pero las consecuencias van más allá de una zona, puesto que el equilibrio de la naturaleza no tiene nada que ver con las fronteras. El porcentaje de espacio ocupado por los bosques se ha ido reduciendo paulatinamente y su destrucción es, en gran medida, irreversible. Cuando un incendio hace desaparecer un ecosistema, su recuperación puede ser superior a los cien años.
Un buen ejemplo de política medioambiental respetuosa y eficaz con respecto a este problema es el caso de Costa Rica, un país con un elevado número de reservas naturales protegidas que, además, son preservadas para mantener un sector económico pujante: el turismo. Este tipo de enfoque, es un modelo a seguir, ya que preserva los bosques y consigue que sean un atractivo turístico rentable desde el punto de vista económico.