Los interrogantes sobre el origen de la vida se han venido planteando desde los tiempos más remotos. En el siglo lV a. C Aristóteles defendió la tesis de la generación espontánea de los seres vivos. La generación espontánea mantiene la idea de que hay un principio activo que combinado con ciertas circunstancias naturales permite la creación de las especies. Esta idea estuvo vigente durante más de veinte siglos. Fue en el siglo XVll cuando varios experimentos demostraron que la generación de la vida no es espontánea sino que implica la existencia de un modo de vida anterior. Y a este fenómeno se le llamó biogénesis.
Con la aparición del microscopio, la idea de la biogénesis fue ganando adeptos. Entre los científicos había dos bandos: los partidarios de la generación espontánea y los de la biogénesis. Fueron las investigaciones del francés Louis Pasteur en el siglo XlX las que resultaron definitivas para solucionar este debate. Sus trabajos demostraron que la vida procede de formas de vida anteriores y que de lo no viviente es imposible la generación de un ser vivo. Pasteur llegó a afirmar que el concepto de generación espontánea era una especie de fantasía sin ningún fundamento.
La biogénesis como explicación de la vida conectó con otra idea: la evolución. Los partidarios de la visión biogenética entendieron que los fenómenos vitales se encuentran enmarcados en la teoría de la evolución de las especies y en los mecanismos que se desarrollan a partir de la misma.
La abiogénesis o teoría de la generación espontánea se basaba en una observación empírica: que de algunos restos descompuestos aparecen animales vivos. Pero esta explicación no tenía en cuenta que la presencia de algunos microorganismos es lo que permite que haya una generación espontánea aparente. Cuando se consiguió eliminar los microorganismos (por ejemplo con la pasteurización), se puso de relieve la invalidez de la generación espontánea.
La teoría de la biogénesis hizo que las planteamientos sobre el origen de la vida tuvieran un enfoque muy distinto a los anteriores. Algunos científicos consideran que el fundamento originario de la vida se encuentra en el agua, concretamente en las fuentes hidrotermales situadas en el interior de la Tierra. Cuando a mediados del siglo XX se logró descifrar la estructura del ADN, se dio un paso definitivo en la comprensión del origen de la vida: la biogénesis mitocondrial, es decir, la energía que actúa en las células de los organismos.