Las decisiones que tomamos pueden tener dos valoraciones: ser justas o injustas. Una decisión será justa si intenta ser equilibrada y se encuentra fundamentada por algún criterio equitativo o proporcional. Por el contrario, si adoptamos una decisión sin ningún criterio de equidad y pensando exclusivamente en nuestros intereses particulares, estamos teniendo un comportamiento arbitrario. De esta manera, arbitrario sería sinónimo de injusto.
Arbitrario es un término claramente peyorativo, pues es un adjetivo que desacredita a una persona. Actuar arbitrariamente puede implicar que alguien es un individuo egoísta, que no tiene un sentido de lo correcto y lo incorrecto o que es una persona con escasos valores morales.
La acusación de arbitrariedad suele aplicarse a quien debería actuar con corrección y con justicia. Pensemos en un juez, alguien que debe evaluar una conducta y dar un veredicto sobre ella. La ley le obliga a ser imparcial, a ceñirse a lo establecido en la legislación y, al mismo tiempo, un juez no puede dejarse guiar por prejuicios personales de ningún tipo. Su actitud tiene que ser opuesta a la arbitrariedad. Algo similar ocurre en otras actividades (un profesor, un árbitro de fútbol o un policía), en las que hay unas normas, criterios o reglas que son los que deben orientar sus decisiones.
Una conducta puede ser arbitraria de dos formas: consciente o inconscientemente. En el primero caso, se trataría de una actitud injusta y deliberada. Si es inconsciente, quien actúa injustamente no lo hace a sabiendas, sino que se deja llevar por un prejuicio o por una razón no racional y, por tanto, que procede del inconsciente.
Al considerar que un individuo ha actuado arbitrariamente se está realizando una valoración moral. Así, se supone que si alguien desacredita a otra persona acusándole de arbitrariedad es porque el acusador tiene un criterio no arbitrario y justo, opuesto al que manifiesta quien se comporta de una forma arbitraria.
Hay varios contextos del lenguaje en los que este concepto se emplea. Cuando se quiere indicar que alguien abusa de su autoridad (un jefe, un tirano o cualquier persona con poder). También se utiliza para señalar la ilegalidad de ciertas actuaciones. Cuando existe un comportamiento caprichoso y sin ninguna justificación igualmente se puede considerar como arbitrario.
En cualquiera de sus matices o contextos, cuando una postura es arbitraria no comunica objetividad. En consecuencia, si afirmamos algo con arbitrariedad lo que decimos pierde su valor y tiene un escaso interés.
Por último, no hay que olvidar, que arbitrario tiene una acepción diferente, ya que se refiere a un decisión acordada por varias personas y en este sentido no tiene una connotación negativa.