- El hijo de Tetis y Peleo se da un buen baño
- La formación de Aquiles
- Se acercan tiempos violentos
- Una profecía. Se descubre el paradero del semidiós. Aquiles toma una decisión
- El trágico desenlace
Aquiles fue el único hijo del matrimonio entre Peleo, rey de Ftía, y Tetis, una de las nereidas (ninfas del mar). Su madre era una divinidad, pero Peleo, pese a ser un rey, era de condición mortal, por lo que Aquiles, mezclado entre sus padres, era semidiós.
Cuando el futuro héroe era tan sólo un bebé, su madre lo llevó al reino del Hades y allí lo bañó en la laguna Estigia, sus aguas tenían propiedades mágicas y hacían indestructible a todo aquel que se bañara en ellas. Tetis, queriendo lo mejor para su pequeño, lo cogió del talón para que no se ahogara y lo sumergió en estas aguas mágicas.
El joven Aquiles crecía fuerte y sano, y al alcanzar la preadolescencia, Tetis decidió (por lo visto era la madre la que tenía la autoridad sobre el niño, Peleo quedaba al margen) que se iría a vivir con su bisabuelo, el centauro Quirón, mitad hombre y mitad caballo, el más sabio de todos los centauros. Quirón ya había sido el maestro de otros héroes, y volvería a serlo con Aquiles: le educaría los valores morales, lo instruiría en toda clase de campos: hípica, música, caza, medicina…hizo de él todo un hombre, que no tardó en destacar por su talento musical tocando la lira, pero sobre todo en la lucha, Aquiles era rápido, ágil y fuerte, se convirtió en el mejor guerrero griego.
Mientras tanto, surgió un grave conflicto entre Menelao (rey espartano) y los troyanos, hasta el momento aliados de Grecia. En Troya gobernaba el rey Príamo y su mujer y reina Hécuba, que tuvieron dos hijos: el príncipe mayor era Héctor y el menor Paris. Durante una estancia en Atenas, París conoció a Helena, la mujer de Menelao, mucho más joven que él y de una belleza incomparable a cualquier mujer que hubiera visto jamás. Helena huyó con su pretendiente a Troya, dejando atrás a su enfurecido marido. Esto le vino de perlas a Agamenón, el hermano de Menelao y rey de Micenas. A él no le importaba Helena ni le afectaba el ultraje tanto como a su hermano, sin embargo semejante conflicto con Troya (una ciudad rica y extensa) y luchar contra ellos con la excusa de la mujer de su hermano suponía la posibilidad de ganar territorio y poder. Estaba decidido. Los griegos subieron a sus flotas y partieron hacia Troya. La Guerra ya estaba en marcha.
Volviendo a Tetis, la divinidad marina consultó al poderoso Oráculo, pues quería saber cuál sería el destino de su único y adorado hijo. Este vaticinó que si Aquiles luchaba en la Guerra de Troya moriría. Tetis, aterrada ante tal posibilidad, envió a Aquiles a Esciros, una isla gobernada por el rey Licomedes, que tenía muchas hijas.
La madre pensó que en aquel lugar, disfrazando a Aquiles de mujer, nadie descubriría su paradero.
Y así fue, hasta que Ulises (u Odiseo), rey de Ítaca, llegó a la isla. Ulises no era el mejor soldado griego, pero si por algo destacaba era por su astucia. Sospechando que el guerrero pudiera encontrarse en aquella isla (después de buscarlo prácticamente en todas partes para reclutarlo) Ulises se presentó ante las hijas de Licomedes con un cofre lleno de regalos. Todas se agruparon ávidas para abrir el cofre y ver su contenido: en su interior se acumulaban hermosas joyas, exóticos perfumes, espejos…pero ¡oh! también había un bello casco dorado, y unas armas lujosas. Aquiles no pudo resistirse. Ya no hay vestido o maquillaje que valga, el héroe ha sido descubierto.
Tetis se apareció ante su hijo para comunicarle la profecía: si no iba a Troya tendría hijos, una vida feliz, moriría mayor, sería recordado por sus familiares…hasta que años después acabaría olvidado. En cambio, si marchaba hacia Troya, su nombre y su historia se recordaría durante milenios, quizá eternamente, pero moriría en la Guerra. Él optó por la segunda opción.
Nuestro héroe se unió a la flota griega, acompañado por los famosos mirmidones, habitantes de Ftía y considerados guerreros valientes y capaces. Lo acompañaba también Patroclo, su fiel compañero, juntos desde la infancia. Aunque la relación entre Aquiles y Patroclo genera siempre controversia, la teoría más aceptada es que fueran amantes (las relaciones homosexuales entre hombres en la Antigua Grecia estaban incluso mejor vistas que, hoy en día, se consideraba muy masculino).
Aquiles no sentía precisamente simpatía por Agamenón, y este sentimiento era mutuo. Claro que Agamenón, pensando siempre en sus intereses, le convenía contar con el mejor guerrero de toda Grecia. Pero pasaba el tiempo y Aquiles no luchaba, se mantenía al margen, en el campamento.
Sin embargo, Patroclo, muy inferior en la lucha pero con un arrojo y determinación admirables, quiso luchar por Grecia.
Patroclo luchó con los suyos, hasta que cayó a manos de Héctor.
Cuando Aquiles descubrió la terrible verdad, un dolor como jamás había sentido se apoderó de él, y ese dolor dio paso a la ira, la rabia. Fue entonces cuando salió a pelear. Su único propósito era vengar a Patroclo.
Se enfrentó a Héctor, hasta entonces su mejor rival, y acabó con él.
Finalmente, la profecía se cumplió y Aquiles murió en Troya, a manos de Paris, el cual le disparó una flecha que se clavó en el talón, el único punto débil de su cuerpo, de aquí la popular frase tan utilizada hoy en día de ser el talón de Aquiles.
Como tanto gustaba en la Antigua Grecia, la Ilíada cumple con la ironía trágica tan habitual: el héroe más fuerte, valiente y hábil muere de la manera más absurda, y a manos del menos guerrero de todos.