El amor es un sentimiento intenso que normalmente se siente hacia otra persona. Sentir amor por alguien implica una serie de emociones intensas: deseo, celos, afinidad e incluso puede vivirse como algo doloroso y contradictorio. De todas formas, existe una variante de esta pasión interior, el amor propio.
De una manera sencilla, podríamos definirlo como el respeto hacia uno mismo. Suele afirmarse que seremos queridos por los demás siempre y cuando previamente seamos nosotros quienes nos queramos. Por este motivo, la autoestima es el elemento esencial de esta versión del amor.
La idea de llevarnos bien y querernos tal y como somos es un requisito necesario para que el amor pueda proyectarse a los demás.
El concepto de amor propio implica que se ha establecido un diálogo interior satisfactorio y positivo que desemboca en nuestra aceptación personal. Dicho con otras palabras, nos aceptamos y en consecuencia nos queremos. Una vez logrado este equilibrio anímico es posible hablar del amor propio.
En ocasiones, se dice que alguien tiene mucho amor propio y no es una cuestión de autoestima, sino de orgullo. Así, ambos sentidos conforman dos posibilidades: una con una tendencia negativa y otra positiva. El componente de orgullo del amor propio es un sentimiento que expresa cierta arrogancia y un exceso en la propia estima. Por el contrario, el amor propio en el buen sentido no es vanidoso ni pretencioso, simplemente consiste en tratarnos bien, es decir, querernos. Como es lógico, la frontera entre el orgullo y la autoestima es imprecisa y, por lo tanto, es difícil delimitar cuando se trata de un sentimiento o de otro.
Así como el amor de los demás hacia nosotros va más allá de nuestras posibilidades, el amor propio es exclusivo de uno mismo y depende de la voluntad. En este sentido, podríamos decir que es como un pacto emocional con nuestro ser individual.
Igualmente puede entenderse desde otro punto de vista. No en un sentido estrictamente emocional, sino como un mecanismo de conservación, una forma de protegernos en la dimensión emotiva. De hecho, cuando se pierde el amor propio hay una sensación de desarme y de derrota.
En el mundo de los sentimientos no hay definiciones precisas, tal y como ocurre en otras esferas. Por ello, el amor propio se presenta como una vivencia que cada individuo entiende a su manera, como el resto de pasiones humanas, que son personales e intransferibles.