Los ammonites, o amonites, son una subclase (Ammonoidea) de moluscos cefalópodos marinos fósiles que vivieron entre el período Devónico (hace unos 400 millones de años atrás) y finales del Cretácico (cerca de 65 millones de años atrás). Deben su nombre al dios Ammon (Jupiter), el cual era representado con cuernos de carnero. No existe ningún representante actual de estos moluscos, siendo los géneros Argonauta y Nautilus sus parientes vivos más cercanos. Estuvieron ampliamente distribuidos en todos los mares y océanos primitivos y son de gran importancia en paleontología gracias a su concha de aragonita, que se fosilizaba muy bien.
Características general
Existe poca información de las partes blandas de los ammonites, por cuanto estas no se fosilizaban bien a pesar de encontrarse muchas veces en sedimentos ideales para que esto sucediera, sedimentos en los cuales sí existen rastros de tejidos blandos de otros organismos.
Entre la poca información que se tiene, está que poseían tentáculos y saco de tinta, como los cefalópodos actuales, también se tiene cierta información de su musculatura, gracias a las impresiones que esta dejaba en la cara interna de la concha. La mayor parte de la información acerca de los ammonites proviene de sus partes duras, principalmente de la concha.
La concha estaba constituida de una forma de carbonato de calcio denominada aragonita, arrollada en forma planiespiralada, y se dividía en tres partes: el giro más interno, denominado como protocono o cámara embrionaria; la parte más larga, denominada fragmocono, que estaba septada; y la cámara de habitación, donde se alojaban las partes blandas del animal, y que se diferenciaba del fragmocono por no ser septada.
Externamente, la concha de los ammonites presentaba costillas y suturas laterales, estas últimas se formaban en la unión entre los septos del fragmocono y su pared externa, por lo cual no estaban presentes en la parte externa de la cámara de habitación, que si podía presentar costillas laterales, las cuales podían ser simples o ramificas. Las costillas confluían en la carena, una quilla que recorría ventralmente a la concha en toda su extensión.
Otras ornamentaciones las constituían: las constricciones, tubérculos, espinas, y las liras, que eran unas delicadas laminillas radiales presente solo en algunos grupos.
Internamente, los septos eran incompletos, comunicando las cámaras entre sí por medio de un canal sifonal, lo que les permitía a estos organismos regular su flotabilidad.
El apthycus es una estructura rígida que poseían los ammonites, y que según algunos autores, era un tipo de órgano mandibular, mientras que otros sugieren que poseía una función análoga a la del opérculo de los gastrópodos actuales. Los restos fósiles del apthycus raras veces se encuentran asociados a la concha del individuo al cual pertenecían. Según algunos autores esto se debe a que, al morir, los ammonites permanecían flotando algún tiempo debido a los gases liberados durante su descomposición, y al descomponerse las partes blandas, los apthycus se desprendían de la concha antes de que esta se hundiera y se depositara en el sedimento, por lo que ambas estructuras podían fosilizar en lugares muy distantes una de otra.
Dimorfismo sexual
Dentro de una misma especie, las conchas de los juveniles de los ammonites eran similares entre sí, pero durante la edad adulta, uno de los sexos alcanzaba mayores tallas que el otro, los paleontólogos creen que en este caso correspondía a las hembras, debido al tipo de estrategia reproductiva, la cual consistía en liberar muchos huevos.
Aparte del tamaño, las conchas de ambos sexos presentaban otras diferencias, como la presencia de unas extensiones laterales, denominadas orejillas o apófisis yugulares, presentes en las conchas de menor tamaño y una abertura de concha sinuosa en las de mayor tamaño.
Ammonites heteromorfos
La forma más común de la concha de los ammonites es una concha de espiral cerrada y comprimida lateralmente, pero algunas, conocidas como conchas heteromorfas, presentaban otro tipo de enrollamiento.
En diversas oportunidades aparecieron conchas heteromorfas, como las que no presentan contactos entre las vueltas en espiral (espiral abierta), otra forma es la de la concha completamente recta o las que presentan el enrollamiento helicoidal, como el de algunos caracoles actuales. Se cree que estas formas de ammonites pudieron aprovechar otros nichos ecológicos que no explotaban las formas tradicionales.
Enemigos naturales
El primer indicio de depredación sobre ammonites fue descrito por Frentzen en 1936, quien reportó la presencia de una concha de ammonite en el contenido estomacal de un saurio fosilizado.
También han sido halladas conchas con marcas de dentelladas, así como depósitos de conchas fragmentadas que hacen especular a los investigadores de que se pudiera tratar de depósitos fecales de algún depredador de naturaleza desconocida.
El hallazgo de cantidades significativas de conchas de ammonites con perforaciones justo detrás de la cámara de habitación, siguiendo un patrón que no podría explicarse por meras roturas al azar, indujo a un grupo de paleontólogos presidido por Chris Andrew a sugerir, en 2010, que dichos restos constituían una prueba de depredación de tales organismos, probablemente por parte de otros cefalópodos más avanzados, como pulpos o calamares.
Importancia paleontológica de los ammonites
Los ammonites prácticamente dominaron los mares antiguos durante más de 300 millones de años, desde su aparición en el Devónico, hasta su extinción en el Cretácico. Durante ese tiempo lograron una amplia dispersión debido a su numerosa descendencia y aparentemente lento crecimiento inicial, pues nacían como larvas planctónicas que podían ser dispersadas a largas distancias por las corrientes marinas.
En ese tiempo, también surgieron numerosas especies distintas, algunas de las cuales tenían mayor éxito que otras y sobrevivían durante un mayor tiempo geológico, mientras que otras eran de una duración más efímera.
Debido a ello, y que las distintas especies presentaban conchas que fosilizaron bien, los ammonites son considerados fósiles guías que permiten la datación de las rocas con una precisión elevada y en distintas zonas de la Tierra, sobre todo la datación de rocas de los períodos Jurásico y Cretácico.
Referencias bibliográficas
García, P. (2021). Ammonites ¿qué nos cuentan sus conchas? NaturalMente, 17: 1-6.Gómez, L. & Moreno-Bedmar, J. (2021). Ammonites, De fósiles enigmáticos a fósiles indicadores. El caso de estudio de la Formación Ocozocoautla. Lum, 2(2): 68-79.
Kennedy, W. & Cobban, W. (1976). Aspects of the ammonites biology, biogeography and biostratigraphy. Specials Papers in Paleontology 17: 1-94.
González-Arreola C., Moreno-Bedmar J.A. & Barragán R. (2013). Amonitas, fósiles llamativos y curiosos. Parte 1. Nuestra Tierra, 20: 3-6.