De manera general, el adjetivo alienado se aplica a quien ha perdido sus facultades mentales. De hecho, alienado quiere decir ajeno y viene del latín alienus. Si alguien es ajeno a sí mismo esto implica que su raciocinio padece una alteración. Este planteamiento es el que defiende la psiquiatría, disciplina que utiliza el término alienado como sinónimo de demencia. Por el contrario, el psicoanálisis defiende la idea de que el individuo alienado es aquel que cree tener unas convicciones que en realidad son originadas por su inconsciente o por elementos represivos que van más allá de su propia voluntad.
Al mismo tiempo, la alienación tiene un sentido religioso y otro de tipo filosófico.
Algunos pensadores cristianos consideraban que el pecado original con el que el hombre ha nacido es una expresión de la alienación humana. El hombre ha dejado de ser lo que es y se ha convertido en otro. Se trata de una estado de enajenación, una especie de locura de la que el propio individuo no es consciente. Esta tesis fue defendida por San Agustín. En una línea semejante, algunos teólogos medievales consideraban que el demonio podía poseer al hombre y convertirlo en un ser alienado.
Desde un enfoque filosófico, Karl Marx tiene una valoración de tipo económico sobre la alienación. Desde su punto de vista, el hombre se encuentra alienado porque su naturaleza y en lo que se ha convertido no coinciden. Es el sistema capitalista lo que convierte al individuo en una cosa, en una especie de objeto que está sujeto a las leyes del mercado. El hombre convertido en mercancía es para Marx la expresión de la degeneración del capitalismo.
Nietzsche es un un filósofo que reflexionó también sobre la idea del hombre alienado. Según este pensador alemán la falsa moral del cristianismo es la estructura de ideas que han originado que el hombre padezca una falsa conciencia de sí mismo, es decir, que se encuentre alienado.
La idea de individuo alienado manifiesta, en definitiva, la no concordancia entre lo que somos y lo que creemos ser. Este desajuste interno se pone de relieve en algunas circunstancias: cuando nos engañamos a nosotros mismos, cuando las sectas destructivas anulan la voluntad de sus seguidores o en situaciones de amor enajenado.