Abiótico quiere decir que no tiene vida. Es un término que se opone a biótico, que es lo que sí tiene vida. Ambos conceptos son esenciales para comprender los distintos ecosistemas del planeta (terrestres, marítimos…).
Si pensamos, por poner un ejemplo, en una zona selvática, habría que tener presente a los animales y plantas que allí habitan, es decir, los componentes bióticos de dicho hábitat. La selva como ecosistema también está formada por elementos que no son unos seres vivos concretos, pero que indudablemente tienen una influencia notable en las relaciones alimenticias (las redes tróficas) de los animales y plantas. Estos elementos son de tipo abiótico y determinan qué tipo de lazos y relaciones se van a establecer entre las plantas y animales del territorio.
¿Cuáles son los elementos abióticos fundamentales de de cualquier ecosistema ? Por una parte, se encuentra la luz, pues es una fuente de energía imprescindible y que al mismo tiempo permite la visibilidad o la fotosíntesis. Otro elemento es la temperatura, que es esencial en relación con la adaptación evolutiva de los animales y las plantas a su medioambiente. La función del agua igualmente es determinante para establecer un modelo de red trófica, para la estabilidad del clima o para el mantenimiento de las funciones vitales de los seres vivos. El material orgánico y los minerales del suelo intervienen en el equilibrio global de un territorio. Cada uno de estos elementos tiene una función determinada, por lo que desde la ecología se habla de los factores abióticos de un ecosistema y de qué manera influyen éstos en la preservación de la vida.
El cambio climático que se está experimentando en nuestro planeta en las últimas décadas está teniendo un impacto evidente sobre los factores abióticos y éstos, a su vez, condicionan los componentes bióticos. Como ya se ha indicado, la ecología intenta describir las relaciones de interacción entre los factores abióticos y los bióticos. Sin embargo, estos vínculos no se establecen siempre de manera espontánea y natural, sino que el ser humano tiene un papel importante entre los dos factores. Durante miles de años, el hombre ha tenido un papel pasivo con respecto a la naturaleza, hasta el punto de que su influencia no alteraba significativamente la mayoría de ecosistemas. Cuando los hombres avanzaron en su civilización comenzó, paradójicamente, un proceso lento de destrucción.
Los ecólogos han demostrado que el equilibrio de la naturaleza es frágil y un cambio aparentemente menor en un factor abiótico (pensemos en un descenso de la pluviometría anual de un hábitat) tiene una relación de causa y efecto muy significativa.