Walt Whitman fue una de las personalidades más destacadas de la cultura estadounidense durante la segunda mitad del siglo XIX.
A pesar de su origen humilde que le impidió un acceso formal e ideal a la educación, Whitman, a fuerza de trabajo y talento innato para hacerlo, se desempeñó en el periodismo y en la literatura hasta convertirse en una de las plumas más importantes y valoradas de su país, especialmente por la innovadora manera que proponían sus obras que rompían con los parámetros vigentes para la poética.
Realmente, Whitman, supo patear el tablero experimentando con versos libres compuestos por palabras sencillas que lo acercaban sin dudas más la prosa.
Walter Whitman nació en un pueblo de Long Island, West Hills, el 31 de mayo del año 1819, aunque, aunque cuando cumplió cuatro años se trasladó con su numerosa familia a Brooklyn.
Su familia estuvo aquejada por problemas económicos durante su infancia y adolescencia con lo cual Whitman padeció sucesivos tiempos de carencias que por supuesto afectarían su acceso a la educación, la cual estuvo entrecortada como consecuencia de la necesidad de salir a ganarse la vida a través del despliegue de diversos oficios.
En tanto, en uno de esos trabajos, más precisamente en una imprenta, descubriría su interés por el periodismo, que inmediatamente materializó escribiendo artículos para diferentes publicaciones periodísticas.
Incluso llegó a ser director del periódico Brooklyn Eagle.
Hacia finales de la década del cuarenta surge en él una inquietud literaria muy fuerte que lo impulsa a abandonar el periodismo y entregarse de lleno a la experimentación de nuevas formas literarias.
Entre sus obras más importantes se destaca Hojas de Hierba, que por cierto también se erige como la más polémica a razón del abierto contenido sexual que traía como prinicipal novedad.
Publicada en el año 1855, este conjunto de poemas aborda temas como el cuerpo y lo material, sin tapujos, algo que en aquellos tiempos no era costumbre.
Cuando estalló la guerra civil en su patria, Whitman, se comprometió con la misma trabajando de modo voluntario como enfermero en la asistencia de los soldados heridos en Washington.
Una vez finalizada la guerra decide permanecer en la ciudad capital.
El particular momento post guerra lo impulsó a inmiscuirse en materia política y a escribir a propósito algunos textos que promovían ideas democráticas.
En el año 1873 sufrió algunas complicaciones de salud y entonces decidió asentarse en Nueva Jersey y regresar de lleno a la actividad literaria, la cual ocuparía su actividad profesional hasta su muerte que llegaría el 26 de marzo del año 1892.