El viento es una masa de aire que se desplaza desde zonas de presión elevada hasta zonas de baja presión. El mismo se vincula con una multitud de fenómenos meteorológicos, tales como las lluvias, aumentos temporales de frio o calor, etc. El viento puede percibirse como un proceso propio de la atmosfera, que busca continuamente una situación de equilibrio. Dependiendo de las circunstancias, puede alcanzar velocidades diversas, algunas de las cuales son tan elevadas que sin lugar a dudas son causantes de diversos destrozos. Al respecto, existen distintos elementos que sirven para identificar esta cualidad de una masa de aire, como asimismo establecer su dirección exacta.
En el planeta existen diversas zonas caracterizadas por ser centros de alta o baja presión. Los vientos son masas de aire que se emiten desde zonas de alta presión hacia zonas de baja presión. Estas diferencias de presión entre distintas zonas a su vez se explican por diferencias en las temperaturas existentes. En efecto, cuando el aire se calienta tiende a ascender y a aumentar su volumen, sucediendo lo contrario cuando se enfría. Es importante hacer notar que lo comúnmente se entiende por viento es la masa de aire que se desplaza cercana al piso; en zonas más elevadas, por lo general, las masas de aire suelen tomar otra dirección a la manifestada en zonas bajas.
En muchas ocasiones, el viento puede servir como una manera de generar provecho para la actividad humana. En efecto, una forma bastante elocuente de dar cuenta de esta circunstancia es la llamada energía eólica, energía eléctrica generada a partir del movimiento de aspas, es decir, a partir de energía mecánica. Antiguamente, el viento se utilizaba para otro tipo de actividades, como por ejemplo moler trigo para hacer harina, haciendo uso de este mismo movimiento, aunque de forma más primitiva, por supuesto.
Como hemos esbozado, en ocasiones, el viento también puede ser nocivo, sobre todo en zonas costeras cercanas a lugares de generación de ciclones. En estos casos, existe en el mar una zona de baja presión y por lo tanto de alta temperatura. Este genera naturalmente la atracción de las susodichas masas de aire, como asimismo el calor genera evaporación del agua. En este contexto, al aire comienza a ascender, llevando rápidamente el vapor de agua a la zona superior de la atmosfera; con la condensación existente por el frio allí reinante, el agua vuelve a estado líquido y a precipitarse. Los ciclones pueden moverse hasta tierra firme, causando destrozos pero perdiendo paulatinamente su vigor.