La capacidad del valor añadido está determinada por la creación, utilidad, complejidad y originalidad de las mercancías y/o servicios disponibilizados, partiendo de las formas a través de las cuales estos se crean a partir de las materias primas (por ejemplo, convertir una cantidad de fibra de algodón en un vestido), extendiéndose al plano impositivo, donde el Estado aplica en el precio final de venta un criterio de recaudación porcentual, como también de la innovación y el marketing a nivel de diferencial en su propuesta al consumidor para brindarle un plus o motivo para convencer a que uno opte por ellos, donde a veces resulta en un mínimo detalle, como una correa a un objeto para poder cargarlo fácilmente, es decir, adaptaciones creativas que engrandecen la calidad y lo colocan en ventaja competitiva.
Al hablar de diferencial, observamos, por un lado, un marco funcional inherente al producto, tal como lo reflejan los nuevos modelos de teléfonos inteligentes con respecto a sus predecesores y rivales, que tienden a presentar una renovación anual, y de este modo traen una nueva cámara con mayor estabilidad al tomar las fotos, resistencia contra el agua, etc., todos estos aditamentos son reconocidos como valores agregados. Por el otro, un apoyo complementario o de acompañamiento, donde se desarrolla la venta asistida (por ejemplo, al momento de abastecer nuestro vehículo de gasolina) o el soporte técnico (en el caso de depararnos con un problema con el televisor que recién adquirimos).
El término de valor añadido tiene una amplia historia en la economía clásica, donde se lo considera al respecto de las mercancías al momento de transformarlas mediante el trabajo, representándose por ejemplo con un pedazo de metal: el mismo tiene un valor propio basado en las leyes de mercado que lo han colocado en un determinado momento de necesidad para un consumidor, sin embargo, al momento de crear con este bloque un producto, como una chapa o un candado, se adhiere a este un valor que se ve reflejado en el precio, midiéndose por la cantidad de trabajo con el que se construyó, considerado así por los economistas clásicos David Ricardo y Adam Smith en la teoría del valor, donde no solo se toma en cuenta el valor añadido, sino también el valor de cambio.
Una concepción de vital importancia para entender la actualidad del valor añadido en la economía, es la aportación de Carlos Marx a la teoría del valor, en donde se agrega que existe una plusvalía, siendo esta parte del valor por encima del salario que no se paga al trabajo aportado en la producción o transformación. Este valor se lo apropian los dueños de los medios de producción, reflejándose en el precio. La definición con el paso del tiempo ha cambiado un poco, entendiendo a la plusvalía en la actualidad como un aumento del valor de una cosa a la que se le ha añadido una mejora.
Clasificación basada en el nivel de dificultad
La transformación a los bienes y servicios para lograr un valor añadido se puede clasificar de acuerdo la complejidad de su fabricación/mantenimiento, es decir, no es lo mismo hablar de un extra en un automóvil que en una camiseta. Sin embargo, no es algo determinante, ya que también entran en juego qué material se usó, y cómo se generó, comprendiendo técnica, innovación y/u originalidad, entre otros aspectos partícipes.
Bajo.- Es una acción que no requiere de muchos conocimientos o procesos complicados al momento de transformar el producto/servicio, un ejemplo de estos son los pasteles.
Medio.- Este tipo de productos/servicios ya tienen un proceso más complejo y elaborado por un nivel de conocimiento avanzado, a lo que se añade un valor en mayor medida a los de bajo valor. Son productos de uso regular como un pantalón, zapatos, libretas, mochilas y muchos otros.
Alto.- Este grado arroja propuestas sofisticadas que surgen a partir de implementar procesos de producción elaborados bajo una gran cantidad de trabajo creativo y manual. Ejemplo de esto son los medios de producción, maquinaria, coches y tecnología.
Competitividad con valor añadido
El valor añadido aporta una ventaja competitiva, por lo que es siempre una buena estrategia para los productores que buscan colocarse en un buen nivel de competencia, siendo la calidad uno de los objetivos principales y visibles, aunque, regularmente las condiciones desde el punto de vista de la mercadotecnia se basan en detalles que a veces no son importantes, como cambiar el color del producto, esto no tiene mayor relevancia, no obstante, suele funcionar.
Ante esta acción, la demanda y buen conocimiento del consumidor es un determinante que coloca a las empresas a la búsqueda constante y exhaustiva en la elaboración de bienes y servicios mejores, en especial cuando existen múltiples opciones que responden al mismo interés o a la misma función. Ante esta situación de mercado, el valor añadido esta siempre en la conciencia de los productores y no solo a nivel microeconómico, sino también en la macroeconomía, donde las naciones deben ofrecer alicientes a los inversionistas, por ejemplo, el planteo de atractivas tasas de intereses.