- 25 de mayo de 1961 – El nacimiento de un comediante
- Década de 1980 – Oficios, vocación y primeras risas
- 1992 – El salto a la televisión: “Videomatch”
- 1997 – Diversificación: juegos y humor en Telefe
- 2000–2012 – Cine, teatro y más personajes
- Una batalla silenciosa – Superación y fe
- 31 de marzo de 2025 – La despedida de un grande
Salvador Maximino Ciliberto, más conocido como Toti, nació en Buenos Aires. Desde muy pequeño, mostró un carácter inquieto y chispeante que más tarde se transformaría en una herramienta poderosa para hacer reír. Su entorno familiar, sencillo y lleno de esfuerzo, moldeó la humildad que siempre lo caracterizó.
Antes de la televisión, Toti transitó por caminos diversos: fue profesor de educación física, preceptor escolar, empleado en una sedería y hasta trabajó en una fábrica. No buscaba la fama, pero sí una vida honesta. Sin embargo, su talento natural para el humor y la actuación empezaba a abrirse paso, aunque aún en el anonimato.
El gran giro llegó cuando se sumó al equipo de Videomatch, el mítico programa de Marcelo Tinelli. Allí no solo encontró un escenario, sino un público que rápidamente lo adoptó como uno de sus favoritos. Con personajes absurdos, exagerados y entrañables, como su icónico “Riquelme”, Toti conquistó a toda una generación que lo recuerda como uno de los pilares del humor televisivo noventoso.
Ese año se animó a más. Co-condujo el programa infantil Adivina Adivinador, donde combinó humor con entretenimiento familiar. Allí volvió a lucirse con su personaje paraguayo, mostrando que su carisma no tenía edad ni formato. Conectaba igual con grandes y chicos.
Toti no se quedó en la comodidad del sketch televisivo. Incursionó en el cine argentino con títulos como Vivir Intentando y Brigada Explosiva: Misión Pirata, además de subirse a escenarios teatrales donde brilló tanto en comedias populares como en clásicos, demostrando que su talento no tenía límites.
Detrás de la risa, Toti atravesó momentos oscuros. Luchó contra las adicciones en los años de mayor exposición. Fue una pelea larga, íntima, en la que su fe y el amor de sus seres queridos jugaron un papel fundamental. Más tarde, convertido en un hombre de fe, ayudó a otros que pasaban por lo mismo, transformando su dolor en puente hacia la sanación.
A los 63 años, Toti Ciliberto falleció en el Hospital Thompson, tras una hemorragia interna. La noticia conmovió al ambiente artístico y al público, que aún lo sentía cercano. Su humor, su calidez y su capacidad para reírse de todo —incluso de sí mismo— quedaron grabados para siempre en la memoria colectiva argentina.