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Definición de Suelo características, y formación

Mahiceth Quintero Valero
Doctora en Química Aplicada

Los suelos son mucho más que la capa superficial que pisamos. Son sistemas complejos donde interactúan diversos componentes de nuestro planeta. El suelo está formado por gránulos de distinto tamaño de minerales y fragmentos de roca. Rellenando los espacios que quedan entre los poros, hay agua y aire, formando un ambiente propicio para la vida. Los seres más obvios que viven en el suelo son las plantas, que extienden sus raíces a través del suelo, del que absorben el agua y los minerales que necesitan para sobrevivir, pero también habitan hongos, bacterias, protozoos y hasta animales. Estos organismos pueden vivir en el suelo de forma permanente, o transitoria, pero en conjunto forman la biota edáfica.

Proceso y dinámica de interacción

En el suelo confluyen la litosfera o geosfera, la atmosfera, la hidrosfera y la biosfera; y por eso, a menudo se hace referencia a los suelos como una interfaz entre los distintos subsistemas de la Tierra. Esta interacción entre los componentes abióticos (rocas, agua y aire) y bióticos (seres vivos) en el suelo es constante, y es una condición esencial para los procesos de formación y mantenimiento de los suelos.

Los organismos vivos desempeñan un papel crucial en la descomposición de la materia orgánica, liberando nutrientes que las plantas pueden absorber. A su vez, las plantas anclan el suelo con sus raíces, protegiendo al suelo de la erosión y aportando materia orgánica cuando mueren y se descomponen.

Por otro lado, los procesos geológicos, como la meteorización de las rocas, proporcionan los minerales y partículas que constituyen la base del suelo. El agua y el aire facilitan esta meteorización y transportan los nutrientes minerales que se liberan disueltos y suspendidos necesarios para el crecimiento de las plantas.

El suelo, en última instancia, es el soporte físico de todos los ecosistemas terrestres, y la salud del sistema edáfico es crítica para la salud de los ecosistemas terrestres.

La contaminación del suelo es un grave problema ambiental, que degrada los suelos, destruye u obstaculiza las interacciones normales que deberían ocurrir en un suelo saludable y, por tanto, reduce su capacidad de sustentar ecosistemas complejos.

Características y tipos de suelos

Los suelos no son todos iguales, y muestran mucha diversidad en cuanto a su composición, estructura y propiedades físicas y químicas. Desde luego, estas propiedades del suelo repercutirán en mayor o menor grado en las comunidades bióticas que pueden mantener, y tenemos desde suelos casi inexistentes con comunidades mustias como en los desiertos, hasta suelos muy fértiles, que soportan ecosistemas productivos como las sábanas africanas y las selvas. Aunque en estos últimos casos, no solo el suelo determina la riqueza de la comunidad, sino que la misma dinámica de la biota, y su interacción con el suelo son los responsables.

Entre las propiedades del suelo, algunas son muy importantes para determinar la capacidad del suelo para sostener una comunidad vegetal.

La textura tiene que ver con el tamaño de las partículas líticas que forman el suelo, que pueden ser de diferentes tamaños (arcilla, limo y arena) presentes en el suelo. Desde luego que el suelo es una mezcla de partículas de todos los tamaños, por lo que para definir la textura del suelo se considera el tamaño de partícula predominante.

La textura es una propiedad importante porque influye en la capacidad de retención de agua y nutrientes del suelo, en el crecimiento de las plantas y en el desarrollo de la biota edáfica.

Los suelos arenosos, por ejemplo, drenan rápidamente los excedentes de agua, y no se encharcan, pero a la vez retienen pocos nutrientes, se erosionan con facilidad y no son muy aptos para el crecimiento vegetal.

Los suelos arcillosos retienen más nutrientes, pero también son más impermeables, lo que significa que no drenan fácilmente y tienen poca permeabilidad, por lo que se encharcan con facilidad y se apelmazan, dificultando el crecimiento de las raíces.

Los suelos de texturas intermedias son los mejores desde el punto de vista del crecimiento vegetal.

Algunas propiedades químicas, como el pH, que mide la acidez o alcalinidad del suelo y la capacidad de intercambio catiónico, que hace referencia a la capacidad del suelo para retener y liberar nutrientes afectan directamente al crecimiento de las plantas, al igual que la cantidad de agua que puede retener el suelo.

El contenido de materia orgánica es otra característica importante de los suelos. Está materia deriva de los restos biológicos descompuestos, y le da al suelo un color oscuro. Mientras más materia orgánica tengo un suelo en particular, por lo general, será más apto para el crecimiento vegetal y la agricultura.

Formación de los suelos: Pedogénesis

El proceso de formación de los suelos, conocido como pedogénesis, es un proceso lento que puede tardar miles de años. Implica la interacción de varios factores, como el clima, la roca, la biota y el tiempo.

El proceso comienza con la meteorización de las rocas, que puede ser física. Esto genera partículas de roca cada vez más pequeñas que servirán como base para el suelo.

Los factores climáticos, como la temperatura, las precipitaciones y el viento influyen en la velocidad de meteorización, la erosión y la descomposición de la materia orgánica. También ciertos organismos, como las plantas, algunos hongos y los líquenes tienen la capacidad de meteorizar la roca.

La biota desempeña un papel fundamental en la pedogénesis. Los organismos vivos, sobre todo los descomponedores, participan en la descomposición de la materia orgánica y liberan los nutrientes que están contenidos en la materia orgánica al suelo. Todos los restos orgánicos, desde cadáveres hasta hojas caídas son atacados por los descomponedores.

Este proceso es aprovechado en el compostaje, una técnica que favorece la acción de estos descomponedores para producir abono orgánico.

Las raíces de las plantas también contribuyen a la formación de la estructura del suelo y a su aireación.

La meteorización, la pedogénesis y la descomposición de materia orgánica están estrechamente relacionadas. A medida que la roca se meteoriza, se van formando capas de regolito cada vez más desarrolladas, que sirven de apoyo a organismos como plantas pioneras y líquenes, que no solo favorecen la meteorización, sino que también producen restos orgánicos, que son descompuestos por los descomponedores y enriquecen el suelo con materia orgánica.

El tiempo que insuma todo este proceso depende de la calidad de la roca madre, del clima, de la humedad ambiente, y del tipo de comunidad biótica existente.

En climas áridos o fríos, la pedogénesis es lenta y los suelos son menos desarrollados. En estos ambientes, los suelos suelen ser poco profundos y arenosos o incluso pedregosos, con muy poca materia orgánica y, por consiguiente, con poca vegetación. Todo esto es indicativo de un suelo pobre, en etapas iniciales del proceso de pedogenesis.

En los climas cálidos y húmedos, con abundantes precipitaciones y vegetación, se acelera la meteorización y la acción de los seres vivos es más intensa (el calor y la humedad estimulan el metabolismo, pero también en esos lugares hay mucha más diversidad que en las zonas áridas), dando lugar a procesos de pedogenesis más intensos, lo que producen suelos más profundos y ricos en materia orgánica.

Autora

Escrito por Mahiceth Quintero Valero para la Edición #141 de Enciclopedia Asigna, en 10/2024. Mahiceth es Doctora en Química Aplicada