> De todos es conocido el movimiento de la Tierra. Se manifiesta de dos maneras: girando sobre sí misma (la rotación durante 24 horas) o girando alrededor del Sol (la traslación se realiza en 365 días). Estos serían los movimientos que podríamos llamar externos de nuestro planeta. Sin embargo, también existe un movimiento en el interior de la corteza terrestre. Para conocer estos movimientos es necesario utilizar un sistema de medición, el sismógrafo.
El sismógrafo funciona con un sensor que permite percibir los movimientos que se producen en la Tierra. Este sensor se denomina sismómetro, el cual se encuentra conectado con un sistema de registro. Como aparato, el sismógrafo recoge las diversas oscilaciones o temblores (también llamados sismos) que provocan un movimiento de tipo vertical u horizontal. Si los temblores generan movimientos de cierta intensidad, se producen terremotos, los cuales se miden a través de una escala de medición (la conocida escala Richter).
Los temblores pueden ser suaves o más intensos y el sismógrafo los va registrando en función de sus oscilaciones. No se trata de un aparato complejo, ya que es posible fabricarlos en una versión casera. La sensibilidad de estos artilugios permite que un punzón anote sobre un papel enrollado las variaciones de oscilación. Cuando no hay ningún movimiento, la línea descriptiva es una recta, aunque al darse vibraciones las líneas van describiendo trazos de un modo irregular hacia arriba y abajo.
Se utilizan tres tipos de sismógrafos. Los mecánicos son los que funcionan según los principios del movimiento pendular y son utilizados en las zonas con escasos recursos técnicos. Los electromagnéticos llevan un imán y al producirse un movimiento en las capas del suelo se produce corriente eléctrica en proporción con las alteraciones del movimiento. También existen los sismógrafos de banda ancha, diseñados con potentes sensores para detectar la velocidad del movimiento en el interior de la corteza terrestre.
Los especialistas en terremotos, los sismólogos, todavía no disponen de una tecnología que permita predecir con absoluta certeza la aparición de terremotos, aunque sí es posible hacer una estimación de las probabilidades de aparición de estos fenómenos de la naturaleza.
La eficacia de los sismógrafos es, por lo tanto, útil para medir y evaluar los temblores, pero no para conocerlos con anterioridad. En relación con los movimientos presísmícos, hay estudios científicos que acreditan la capacidad de algunos animales de anticiparse a los terremotos. Esto se debe a su sensibilidad para detectar ciertas señales electromagnéticas de una frecuencia menor.