Se conoce con el nombre de “señorío” al gran dominio de tierras que, durante la Edad Media, se encontraba bajo el poder de un señor feudal. La característica fundamental del mismo consistía en que los señores no solamente poseían las tierras, sino que también tenían jurisdicción sobre las personas que habitaban en ellas, los siervos. Habiendo surgido a mediados del siglo IX, los señoríos se mantuvieron como principal forma de propiedad de la tierra hasta la crisis del siglo XIV cuyos efectos perjudicaron profundamente a las estructuras señoriales.
Contexto de surgimiento
La Edad Media inició a partir de la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d.C. En aquel momento y en los años subsiguientes, los constantes enfrentamientos armados incidieron en la disminución de la población que habitaba en las ciudades, ya sea por el aumento de la tasa de mortalidad como por la migración a las zonas rurales en busca de resguardo.
En ese contexto, los monarcas encomendaron parte de la defensa de los territorios a miembros de la nobleza o clérigos con el objetivo de proteger a sus súbditos de los constantes asedios. Así, a mediados del siglo IX surgieron los señoríos, es decir, los amplios dominios de tierra que estaban bajo el poder de los señores.
Es de destacar que, en aquel período, la sociedad estaba compuesta fundamentalmente por dos grupos sociales. En la cima, los reyes, la nobleza y el clero; en la base, los campesinos como representantes del sector menos privilegiado. Dentro del campesinado se encontraban los siervos de la gleba, los cuales debían producir todo lo necesario para su subsistencia, a la vez que debían tributar al señor tanto en especie como en trabajo; y los campesinos libres que habitaban en los alodios y, si bien contaban con cierta libertad, igualmente debían tributar al señor por utilizar los caminos, los puentes o los molinos.
Orden interno
Los señoríos eran autárquicos, es decir que los campesinos que allí habitaban fabricaban todo lo necesario para la subsistencia, desde los alimentos hasta la vestimenta. Por tal motivo, normalmente no se establecían relaciones comerciales por fuera de los mismos. En su interior, los intercambios se realizaban mediante el trueque.
En general, cada señorío estaba compuesto por tres áreas principales. En primer lugar, las tierras comunales que estaban conformadas por las praderas y los bosques, eran las tierras que todos los campesinos podían utilizar y de ellas extraían elementos como la madera o los frutos. Además, era allí a donde se llevaba a pastar a los animales. En segundo lugar, la reserva señorial que consistía en la porción de tierra cuya producción era exclusiva del señor, aunque eran los siervos los encargados de realizar las labores agrícolas y ganaderas en dicho terreno. Finalmente, las tierras mansonarias que estaban divididas en parcelas y eran trabajadas por los campesinos para obtener los productos necesarios para su subsistencia.
Asimismo, en los señoríos también estaban ubicadas las viviendas de los campesinos y el castillo, lugar en que habitaban el señor, su familia y sus sirvientes. Como el objetivo del castillo consistía en brindar protección a la población frente a los ataques enemigos, los campesinos podían ingresar al mismo para resguardarse dentro de sus grandes murallas.
Disolución
Desde el siglo XII, las monarquías comenzaron a tomar ciertas medidas para recuperar su poder. Dicho proceso, que se dio de forma gradual, se vio favorecido por la crisis del siglo XIV. Esto fue así porque, por un lado, se redujeron las cosechas y, por el otro, murió gran parte de la población que constituía la mano de obra ya sea por hambre o por el brote de Peste Negra que tuvo lugar entre los años 1347 y 1353. Asimismo, los señores vieron su poder peligrar debido a que las presiones ejercidas sobre los campesinos los llevaron a movilizarse en revueltas.
En ese contexto, la nobleza feudal se vio obligada a pedir auxilio a las monarquías para poder garantizar su existencia. Aprovechando la situación, los reyes les fueron limitando sus facultades de administrar justicia, de tener sus propios ejércitos y de cobrar tributos, hasta lograr centralizar todas aquellas instituciones en la monarquía mediante tribunales, ejércitos permanentes, burocracias administrativas y sistemas de impuestos. A pesar de ello, el señorío continuó siendo el sostén económico de la nobleza hasta que fue abolido durante las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX.