La prudencia es la capacidad que tienen algunas personas para detenerse a analizar las diferentes variables existentes y evaluar sus posibles consecuencias antes de adoptar una decisión. Habitualmente suele ser sinónimo de sensatez, moderación, cautela, madurez o reflexión.
Un valor personal
Muchos pensadores se refieren a la prudencia como una de las grandes virtudes del ser humano. Se trata de un valor difícil de forjar, que no se consigue por mera apariencia, sino que está intrínsecamente relacionado con la forma en la que se actúa en el día a día. Resulta harto difícil mantener la calma y tomarse un momento para reflexionar antes de adoptar según qué decisiones. No por nada, la mayoría de los errores que se cometen están íntimamente relacionados con la falta de prudencia. La precipitación, el doblegarse ante las emociones, el mal humor o el percibir de forma equivocada la realidad son sin duda la cuna de innumerables desaciertos.
Aun así, la prudencia no elimina la posibilidad del error. Esta cualidad, de hecho, suele consolidarse en base a que en el pasado se hayan cometido numerosos errores. Quienes, al mismo tiempo, han tenido la capacidad para aprender de ellos obtienen una valiosa recompensa, en forma de esta cualidad que les anima a analizar y valorar aspectos que en situaciones anteriores pasaron por alto, con nefastas consecuencias.
La prudencia y Aristóteles
Hasta la llegada de Aristóteles los grandes filósofos como Platón y Sócrates siempre habían hablado de la prudencia como un concepto equivalente a la sabiduría. O mejor dicho, que la prudencia, no era otra cosa sino el reflejo de la sabiduría. Sin embargo, Aristóteles, incluyó un nuevo matiz a esta línea de pensamiento. Según su planteamiento, la prudencia no es sólo una manifestación del conocimiento, es también la virtud propia de una de las partes del alma racional.
Pese a ello, Aristóteles no se refiere a la prudencia como una ciencia o un arte, sino que como explica en su obra Ética a Nicómaco, la prudencia es comprendida como una representación de lo correcto, lo lógico y real, exponiendo lo que está bien de aquello que no lo es.
Por tanto, la prudencia se centra en los asuntos humanos, en la reflexión de aquellos aspectos sobre los que existe la posibilidad de llevar a cabo una deliberación. Y es que, tal como indica Aristóteles, lo que diferencia al individuo prudente del resto es esa afinada capacidad de deliberación que le lleva a discernir cuál es su mejor opción en todo momento.